Conociendo nuestra historia El ingeniero Francisco Carcaño Más (I)

Suele ser algo habitual el hecho de que conozcamos más las obras y su historia que a quienes las realizaron o proyectaron. Este puede ser el caso del ingeniero Francisco Carcaño Más.

Su impronta en Melilla en lo concerniente a edificaciones es amplia basta con mencionar la iglesia Castrense y el colegio de Nuestra Señora del Buen Consejo, hoy sede del Centro Asociado de la UNED por citar alguna de las muchas obras que realizó.

Pero a su faceta como ingeniero hay que añadir también la de escritor que merece ser asímismo destacada.

Sería interesante conocer su biografía. Para ello acudimos a lo publicado por diversos autores.

Francisco Saro Gandarillas en las notas introductorias que realiza en la edición de La Hija de Marte publicada por la Consejería de Cultura en 1997, aporta datos personales sobre el autor de la misma:

“Dentro de la corta nómina de escritores locales es preciso destacar a algunos que por su obra escrita y por su actuación extraliteraria han tenido una mayor significación en el característico ámbito social de nuestra ciudad.

Cierto es que la mayoría de ellos no han pasado a la historia de la literatura ni a ninguna enciclopedia, y que hoy se encuentran en un olvido casi absoluto, pese a que, en algunos casos, su obra es fundamental para tener una visión panorámica de la ciudad en la época en que se inserta. Entre ellos se encuentra Francisco Carcaño Mas.

Aunque Francisco Carcaño Mas nació en Torrevieja el 2 de julio de 1886, por su domicilio paterno y por su vinculación personal, debe ser considerado melillense.

Era hijo de Francisco Carcaño Samper y Rosa Mas Andreu; su padre er un industrial llegado de Torrevieja a los diez años, hacia 1867, junto con la familia Bernardi, cuyo padre Francisco Antonio Bernardi Plaza era armador del alud “Purísima Concepción”, con el que hacia frencuentes viajes entre el Levante Español y Melilla.

Tanto los Bernardi como los Carcaño, con algún parentesco común por la familia Tevar, vinieron ocasionalmente por Melilla, asentándose los últimos definitivamente en los años ochenta.

El oficial de ingenieros

Francisco Carcaño era el mayor de cinco hermanos, e influido seguramente por el ambiente marcial de la plaza ingresó en la Academia de Ingenieros en 1902, de donde salió con el empleo de primer teniente cinco años más tarde, siendo destinado a la Compañía de Zapadores de la Comandancia General de Melilla; en esta ciudad pasará gran parte de su vida.

Compañeros de promoción de Carcaño fueron Eduardo Barrón, distinguido aviador, y Juan Beigbeder Atienza, años más tarde Alto Comisario y Ministro de Asuntos Exteriores.

Su hermano Gabriel ingresaría, a su vez, en la Academia de Intendencia en 1914. Mientras su padre seguiría con el almacén del Mantelete, en el número 2 de la Calle Santiago.

El teniente Carcaño tuvo una destacada actuación en la campaña de 1909, en donde participó dirigiendo las obras de algunas posiciones exteriores, entre ellas las de Sidi Musa y Ait Aixa, en las proximidades de Melilla. Por los combates de los días 20 y 23 de julio y 29 de septiembre se le concedió sendas cruces del Mérito Militar.

En la campaña del Kert estuvo aa cargo de las palomas mensajeras, que tan buen resultado dieron para el enlace entre las posiciones y la plaza.

En esta época intervino, junto a Emilio Alzugaray, en la dirección de las obras de los pabellones militares del Hipódromo y de la Calle O`Donnell, siendo autor asi mismo del primitivo proyecto del Colegio de las Monjas del Buen Consejo, de planta baja, más tarde elevado por Pérez Reyna y Enrique Nieto a su estructura actual.

Con antigüedad de abril de 1912 asciende a capitán, siendo destinado en agosto siguiente al Regimiento de Telégrafos, donde permaneció hasta 1914, en que vuelve a la Comandancia de Ingenieros de Melilla.

Es proyectista y director de numerosas obras de carácter militar, como la construcción del nuevo muelle de Alhucemas o el proyecto de hall árabe del actual domicilio del comandante general de Melilla.

Desde el 12 de julio de 1920 sustituye al capitán Ramón Abenia en el cargo de ingeniero de la Junta de Arbitrios, cargo que desempeñaría hasta marzo de 1922en que por ascenso tuvo que dejarle en manos del capitán Jorge Palanca.

Durante este tiempo, Carcaño efectuaría su ambicioso proyecto de desviación del cauce del Río de Oro que, latente durante muchos años, no llegaría a llevarse a cabo.

Dirigió las obras de la antigua escalinata de acceso al Barrio del Carmen, junto a la Iglesia del Sagrado Corazón.

Proyectó una nueva Casa Municipal que no llegaría a concretarse en hechos. En abril de 1921 proyecta un asilo de ancianos que sería levantado dos años más tarde. Proyecta y dirige las obras de la nueva pescadería de la explanada de San Lorenzo, y múltiples obras más de carácter civil, cuya reseña sobrepasa esta crónica.

En el plano militar, junto con el también ingeniero Mariano del pozo, hizo el proyecto de traída de aguas de Tigorfaten, cuyo trazado es actualmente empleado en la distribución de aquellas por la ciudad, aún cuando en un principio, por dahir, estuviera reservado con exclusividad para los centros y dependencias miltiares: para ello Carcaño construyó los depósitos de agua de María Cristina.

Hizo también un proyecto de traída de aguas a Melilla con el fin de extraerla de Trara, proyecto que se llevaría a cabo un cuarto de siglo más tarde.

Su obra más conocida, sin embargo, es la actual Capilla Castrense, según proyecto de julio de 1920, y que fue termianda tres años más tarde, cuyas características han sido puestas de relieve en sendos trabajos de Rosario Camacho y Juana Alias.

Al ascender a comandante, Carcaño pasa a ser ayudante del general Vives, inspector general de ingenieros de Marruecos, aunque por poco tiempo pues ese mismo año vuelve destinado a la Comandancia de Ingenieros de Melilla. En 1925, la Comandancia se transforma en Batallón de Ingenieros, continuando en él Carcaño.

Al crearse la Junta Municipal de Melilla en 1927 es nombrado vocal militar nato suplente, y efectivo al año siguiente.

En junio de 1929 marcha a Almería como ingniero de la Diputación Provincial, cargo que desempeñaría durante cortísimo tiempo por, según sus propias palabras, “discrepancias con los almerienses”.

Causa baja como vocal de la Junta Municipal en marzo de 1930, al quedar supernumerario en la 3ª región militar, ignoro por qué motivos.

En 1933 asciende a teniente coronel, siendo destinado en diciembre a la Comandancia de Obras y Fortificaciones de la Base Naval de Mahon, en la isla de Menorca.

En febrero de 1936 es destinado a Gijón. Sin embargo, al iniciarse la guerra en 1936, esta lo encuentra en Mahón, donde en la vorágine de aquellos días, muere a mnos republicanas, desapareciendo con él un preclaro hijo de Melilla.

El escritor

Sin duda es esta faceta de Carcaño la que ha pasado más inadvertida, pese a que en la vida del personaje, si no tanto como lo profesional, si cuenta bastante, si hemos de juzgar por lo que nos ha quedado de ella.

Desde los primeros tiempos de su destino en Melilla, Carcaño colabora en la prensa local con innumerables artículos de acusado saber africano en los que glosa distintos aspectos de la actualidad melillense y del territorio vecino. El seudónimo de Parravichino, bajo el que se oculta, se hace pronto popular e indispensable.

Su pluma aparecerá en los viejos diarios de la época, como El Telegrama del Rif, El Popular, El Diario Español. La Gaceta o El Heraldo, casi todos ellos de corta vida.

Sus inquietudes literarias le hacen colaborar en la empresa de creación del antiguo “Ateneo Científico, Artístico y Literario”, del que fue uno de los fundadores, institución que durante muchos años centralizó y catalizó en melilla la cultura y la ciencia, y donde Carcaño desempeñó algunos cargos.

Una síntesis de sus trabajos en la prensa aparecería en 1920, con el libro Rifeñerias, agotado en corto tiempo. Como todas sus obras, es una rareza de difícil adquisición.

En 1921 publica su obra quizás más conocida Las plazas menores de Africa, Peñón de Vélez, Alhucemas, Chafarinas.

Al fundarse en 1924 por el antequerano Fermín Requena, la publicación quincenal La Novela Africana, Carcaño se constituye en uno de sus principales colaboradores. Requena editaba novelitas cortas, de apenas treinta o cuarenta páginas, cuyas narraciones se ambientaban invariablemente en temas real o supuestamente africanos.

Nadie mejor que Carcaño para escribir este tipo de novela corta, pues el autor centraba siempre sus colaboraciones en prensa en temas cercanos a los ambientes hispanomusulmanes.

Así sus novelas El Desliz o Hieles Heróicas números trece y dieciocho de aquella serie, inciden en aquellos argumentos, con referencias cosntantes a los momentos históricos que España vivía en aquellos años en el vecino territorio.

Toda su obra anterior es sin embargo, en mi opinión, una introducción, una preparación, para la que sería su obra más característica y, sin duda, las más desconocida: La hija de Marte.”

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