Conociendo nuestra historia General Barceló

El callejero de Melilla conserva el nombre de este ilustre marino que tan gran servicio prestó a la Plaza durante el asedio de 1774.

Rafael Fernández de Castro bajo el título D. Antonio Barceló. Terror de la piratería, publicaba en El Telegrama del Rif de 19 de enero de 1950 el siguiente artículo dedicado a este militar:

“Fue sin género de dudas el mallorquín Don Antonio Barceló, el marino que logró alcanzar mayor popularidad en España durante el siglo XVIII. Nacido de humilde familia llegó al largo de sus días y por sus gloriosos hechos de armas hasta el empleo de sus días y por sus gloriosos hechos de armas hasta el empleo de Teniente General de la Armada.

A tal grado de admiración por parte de la gente de mar, le llevaron sus hazañas, su indomable valor y arrojo, que aun hoy en la costa del Levante peninsular, suele oírse a guisa de elogio, la conocida frase: “Más valiente que Barceló por la mar”… pues que a sus reconocidas dotes de habilísimo navegante unía tal energía y acometividad, que electrizaba a quienes navegaban a sus órdenes, convirtiéndolos en mitológicos titanes.

Vio la luz primera en Palma de Mallorca el año 1717, recibiendo pobre y escasa instrucción, pero destacó tanto por su elevado espíritu marinero, que habiéndose alistado muy niño en calidad de grumete, era a los 16 años tercer oficial de mar.

Se sabe de este osado y prodigioso marino, que a los 18 años cuadraba puente en el “Jabeque” artillado, que hacía servicio de correo entre las Baleares y Cataluña, y como tal Capitán hacía frente- en cuantas ocasiones estimaba favorables- a los piratas argelinos que navegaban en su ruta, sabiendo rehuir el encuentro tras hábiles maniobras, si advertía desigual la lucha.

Entre sus más celebradas hazañas figura la de haber apresado a dos galeotas corsarias de Argel, conduciendo la presa a Cartagena, donde entregó con las naves numerosos cautivos y rico botín, acción que le valió el empleo de Alférez de Fragata, concedido por el Monarca.

El año 1756 aparece Barceló como Teniente de Navío al frente de los “jabeques” mallorquines de la defensa de aquellas islas, mostrándose admirable conductor de esta flota de embarcaciones de vela y remo que montando hasta 32 cañones, era ligerísimas y de fácil maniobra siendo espanto de la piratería a la que hizo más de 1.600 cautivos, que pasaron a servir como “chusma” en la Armada Real.

En 1769 era ya el gran Barceló, Capitán de Fragata: lleno su cuerpo de cicatrices y amenazado de sordera a consecuencia de los estampidos de la artillería que él mismo manejaba el comienzo de los combates, Barceló no tenía descanso, hallándose constantemente en alta mar, al acecho de los corsarios a los que no concedía tregua, navegando siempre con audacia sin igual sobre la costa de África, cuyas Calas y Caletas eran casi familiares.

Durante el largo asedio que en 1774-75 puso el Emperador de Marruecos en persona a la Plaza fuerte de Melilla, el heroico Don Antonio Barceló recibió la delicada misión de voltejear al frente de sus ligeras flotillas de “Jabeques” al largo de la costa africana del Mediterráneo occidental, independiente de la Escuadra del Capitán de Navío Hidalgo de Cisneros, fondeada en la rada de Melilla, para batir los flancos del numeroso Ejército sitiador.

Barceló empleó entonces con tanta habilidad y suerte sus “Jabeques”, que impidió llegasen por mar a las vecindades de Melilla los cañones y municiones de artillería y pólvora que les expidieron desde Tetuán, bombardeando además la costa del Rif y costeando por Oriente todo socorro que de la Argelia intentase llegar a los sitiadores.

Así logró hacer varias importantes presas que reunió en las islas Chafarinas, entregándolas a la Escuadra de Hidalgo de Cisneros para no distraer sus naves de la delicada misión que le habían confiado.

En fines de Marzo de 1775, luego de levantado por el Emperador el Sitio puesto infructuosamente a Melilla, y retirada la Escuadra, quedó encargado Barceló de la defensa de estas costas con tres Jabeques: “Lebrel”, Comandante Don Justo Riquelme; “San Sebastián”, Comandante D. Pedro de Lira: y “San Antonio”, Capitán de Fragata D. Francisco Borja; cuatro navíos de la flota mallorquina, y dos buques para comisiones.

En el desdichado ataque a Argel de 1775, el arrojo y decisión de Barceló metiendo sus naves en la misma costa, permitió la retirada de las tropas de O´Reilly acosadas por un numeroso enemigo envalentonado que se vio contenido por el valor temerario de las naves de Barceló, ante cuyo amparo pudo realizarse el desembarco, acción que premió Carlos III, concediéndole el empleo de Brigadier de la Armada.

Más tarde, queriendo castigar la osadía de los piratas argelinos, que hostigaban las costas de Valencia y Cataluña, sale con su Escuadra contra Argel y hace arder la población, por sus cuatro costados.

De Teniente General de la Armada, pasó al bloqueo de Gibraltar; abandonó disgustado tal empresa y se retiró a Palma de Mallorca donde le tomó la muerte el 30 de Enero de 1767 a los noventa años de edad…

Melilla conserva grata memoria de este glorioso marino en la lápida que da su nombre a una de las calles del antiguo Barrio del Polígono.”

Amplia es la bibliografía que existe sobre tan insigne marino. Agustín Ramón Rodríguez González, del Círculo Naval Español, escribe también sobre este marino en Historias de la mar. Barceló y los corsarios argelinos. De esta publicación entresacamos la parte dedicada a sus inicios:

“De patrón a teniente de navío

Nacido en Palma de Mallorca el 31 de diciembre de 1716, el 17 de junio de 1735 fue nombrado por real orden patrón del jabeque-correo que unía Palma con Barcelona, dándole un mando que ya había ejercido anteriormente por ausencia o enfermedad de su padre.

El 6 de noviembre de 1738 es recompensado con la graduación honorífica de alférez de fragata: por el “valor y acierto con que defendió e hizo poner en fuga a dos galeotas argelinas que le atacaron en ocasión que llevaba de transporte un destacamento de dragones del Regimiento de Orán y otro de Infantería de África”.

Para mejor valorar el hecho, cabe recordar que el 17 de abril de 1748, por ejemplo, fue apresado el correo con 200 pasajeros prisioneros, entre ellos dos coroneles y 13 capitanes.

Curiosamente esa derrota se pudo evitar, pues Barceló debía ser el capitán de se buque que, estamos seguros, a su mando hubiera tenido un fin muy distinto; pero por esas mismas fechas tenía encomendada una misión mucho más importante: en Palma faltaba casi por entero el pan, en una de las típicas “crisis de subsistencias” de la época que tanta muerte, dolor y revueltas provocaban.

Se le envió, por tanto, a Barcelona con el encargo de traer la mayor cantidad posible de trigo y pan. Para ello, Barceló tomó la heroica medida de no embarcar los toneles de la aguada para su tripulación, que en la época ocupaba, en peso y volumen, el mayor espacio de la bodega. Así, el 10 de abril llegó a Palma con el vital cargamento, lo que le valió el ascenso a teniente de fragata honorífico.

El 3 de septiembre de 1747 se forma escuadrilla de cuatro jabeques corsarios en Palma para luchar contra los argelinos; su capitana era el Santo Cristo de Santa Cruz, de Barceló, con 150 marineros y una guarnición de un sargento, un tambor y 24 soldados en cada uno.

Luego se sumaron dos jabeques más, pero la iniciativa, por problemas burocráticos y desidia administrativa, acabó sin relieve alguno, salvo algún combate menor, en octubre de 1749.

El 15 de julio de 1753 una galeota argelina de cuatro cañones y 15 remos apresó en Cala Figuera un jabeque mercante mallorquín, con carga de hierro y otras mercancías, salvándose el patrón y ocho marineros en la lancha y dando la alarma en Palma.

De allí salieron el Santo Cristo, de Barceló y otro jabeque que armado en corso, el Santísimo Crucifijo, del patrón Benito Capó, cada uno con 83 marineros y un teniente y 33 granaderos de guarnición.

El 16 por la mañana avistaron a dos embarcaciones, que resultaron ser el corsario y su presa. Capó persiguió a la galeota, mientras que Barceló fue por la apresada. El doble combate se decidió al abordaje, tomando prisioneros a 33 argelinos y turcos, de los que 26 estaban heridos, huyendo ocho a nado hacia Cabrera y muriendo el resto, hasta 64, al coste de un granadero herido y un marinero muerto por accidente al situarse inadvertidamente frente a la boca de un cañón que disparó en ese momento. El jabeque apresado ardió por efecto de los frascos de fuego que se le arrojaron durante el abordaje, perdiéndose totalmente. De los moros escapados a Cabrera, seis fueron hechos prisioneros después, suponiéndose que los otros dos se habían ahogado en su desesperada fuga.

La recompensa a Barceló fue el ascenso a teniente de navío, aún honorífico, el 25 de agosto de ese mismo año, mientras que Capó lo fue a alférez de fragata.

Poco después, Barceló vendió su jabeque, el Santo Cristo, y compró otro, al que dota con 60 marineros y 18 soldados, con el que lleva el correo entre Palma y Barcelona.

El 13 de junio de 1756, a las 12:00 horas de la mañana, y cuando el jabeque-correo, recién salido de Barcelona, se hallaba en la punta del Llobregat transportando no menos de 128 pasajeros, fue atacado por dos galeotas argelinas.

El combate fue épico, huyendo tras duro castigo una de las argelinas, y quedando la otra apresada a ser barrida su cubierta por el fuego español, causándola no menos de 57 muertos, quedando sólo 18 con vida y de ellos únicamente cinco ilesos. En el jabeque hubo seis heridos. El 18 entraba triunfalmente en Palma el jabeque-correo llevando remolcada a su presa, propiedad personal del dey de Argel. Aquello era repetir, de forma aún más completa, la primera victoria de 1738 y en condiciones muy parecidas.

Ese mismo 30 de junio, en atención al mérito de la victoria, el rey nombró teniente de navío efectivo a Antonio Barceló, entrando de ese modo el modesto corsario a formar parte del cuerpo General de la Armada, cuando contaba con 39 años.

En uno de los ejemplares del Semanario Pintoresco Español de 20 de junio de 1841 con el título de Biografías españolas aparecían publicadas las siguientes líneas sobre Barceló:

“Uno de los seres extraordinarios que produjo el siglo XVIII fue sin disputa alguna el general Don Antonio Barceló, “terror de las lunas agarenas”.

Nació en Palma el día 1º de enero de 1717; y sus padres D. Onofre Barceló y Doña Francisca Pont de la Terra, conociendo su inclinación congénita al comercio y al arte de navegar, y no queriendo violentar su volentad, le dieron aquella carrera.

Contaba 18 años cuando obtuvo la patente de capitán de un javeque corroe con que persiguió a los moros que infestaban nuestras costas, haciéndose tan temible que huian de él como del más poderoso enemigo: el combate que sostuvo con dos galeotas argelinas acreció tanto su nombradía que en breve fue celebrado por todas partes, y con este motivo en 1738 le nombró S.M. alférez de fragata, con cuyo destino siguió persiguiendo a los moros, logrando por sus hazañas nuevos triunfos; ascendido

á teniente y luego á capitán, en 1762 se le confirió el mando de los javeques reales, y ocho años después á costa de una herida de bala de fusil que le pasó el carrillo izquierdo, logró hacer prisionero al famoso Selim, apresó, echó á pique y represó 19 buques, condujo d los arsenales 1600 prisioneros, y libertó de la esclavitud á muchos cristianos.

En esta ocasión obtuvo de S. M. algunas mercedes, siguiendo valerosamente el empeño de limpiar estos mares de corsarios berberiscos, adquirió bastante espíritu para distinguirse en 1775 entre los Navias, Romanas y Villenas, mandando el comboy que pasó á la desgraciada empresa de Argel. El marqués de Campo-Franco, que escribió un poema en francés de aquel desgraciado suceso dice:

Barceló fait tonner ses terribles catwns,

Et rewer. se arrete de nombreax escadrons

Donunt da vrai zele l’idée pías parfaite.

Nombrado con real título de 24 de agosto de 1779 comandante de las fuerzas navales destinadas al bloqueo de Gibraltar, sin más ingenio que el suyo, inventó las famosas lanchas bombarderas, y perfeccionó las cañoneras.

En 1783 mandó otra espedicion contra Argel, cuya plaza bombardeó por ocho días consecutivos, destruyendo mas de 409 casas, y causando otros muchos daños á los argelinos, hubiera sin duda reducido á cenizas la población, á no hallarse la estación tan adelantada: este fue el motivo porque no pudo permanecer por mas tiempo en aquellas aguas: volvió sin embargo el año siguiente con fuerzas superiores

habiéndole auxiliado Malta y Portugal con algunas naves.

Luego que vieron los argelinos las desgracias que les amenazaban, opusieron todas sus fuerzas para impedir Ios efectos de la espedicion de nuestro paisano; pero mirando Barceló con desprecio los preparativos de los moros, dio á estos un combate que duró muchas horas.

Allí fue donde hizo prodigios de valor esponiendo su vida á los mas grandes

peligros: lograron los argelinos echar á pique el javeque donde iba Barceló, y sin duda habría este perecido a salvarle el mayor general de la escuadra D. José Lorenzo

de Goycoechea; sin embargo, continuó nuestro paisano con la mayor intrepidez mandando el combate; pero fue tanta la resistencia de los argelinos, y la estación era tan contraria á los nuestros, que tuvieron que retirarse sin conseguir otro fruto que la destrucción de las naves enemigas.

Estos nuevos servicios movieron al monarca para conceder á Barceló durante su vida el sueldo de teniente general empleado, para hacerle merced con real despacho de 27 de septiembre de 1784 de la comandancia general de las fuerzas navales, destinadas al corso de las Baleares y costas de Berbería, para declarar con real orden de 15 de noviembre del mismo año la franquicia de derechos á todos los buques de

su propiedad, y para condecorarle con la cruz de la distinguida orden de Carlos III.

Los elogios que en esta ocasión tributaron al héroe mallorquín el orador de la patria Don Antonio Vázquez Ortega en su discurso pronunciado á presencia del senado español, el benemérito D. Vicente García de la Huerta en su poema del bombardeo de Argel, y otros sabios, son un testimonio honorífico del aprecio con que generalmente era mirado.

Pero las penosas fatigas y la edad decrépita, ya exijian un descanso para nuestro ilustre marino; y ascendido con real título de 18 de lebrero de 1785 á teniente general de la real armada, tuvo aun valor cinco años después para mandar las tropas que se le juntaron en Algeciras; llenó el resto de su larga y brillante carrera con continuas y señaladas victorias; eternizó su nombre haciéndolo acreedor del alto aprecio del rey y de la patria; y fue no obstante, como todos los hombres grandes, perseguido por la oscura y baja -envidia, obligándole en los últimos dias de. su vida a retirarse a Mallorca, muriendo en su capital el 30 de enero de 1797 a los 80 años de su edad…”

[Bibliografía: Agustín Ramón Rodríguez González. Historias de la mar. Barceló y los Corsarios Argelinos.]

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