El historiador Francisco Saro Gandarillas en su obra Estudios Melillenses, nos habla del río de Melilla:
“Para el ya tradicional dominguero, experto conductor que con mujer, niños y abuela realizan el recorrido ritual desde su domicilio hasta el Hipódromo, playas y vuelta camino de la “carretera de Málaga “ que le llevará hasta el faro del puerto, el pasar dos veces sobre nuestro viejo y entrañable río no supone más que una necesidad derivada de un trayecto establecido por la costumbre que, según todos los indicios, llegara a hacerse obligatorio en sábados, domingos y fiestas de guardar.
Lo mas probable es que ninguno se digne dedicar al remozado del cauce, ni aun de soslayo, una mirada agradecida.
Sin duda se trata de un olvido razonable, pues no hay mucho agradecer a un río que ni siquiera es río, a lo sumo torrentera y no de las mejores, que apenas lleva agua y la poca que aportar al mar no creo que le llene de orgullo.
Y sin embargo, este río, tímido y callado, conoció tiempos mejores, libre de sus actuales ataduras; a veces solapado, otras bravucón e intemperante y siempre tímido.
Poco sabemos de su nacimiento e infancia; solo que hace muchos años, mucho antes de que el primer homínido pisara esas tierras, desembocada al otro lado del cabo Tres Forcas.
Después, la meseta de Beni Chicar fue basculando hacia el Este y un día, no se sabe cuando, comenzó a desembocar mas o menos por donde lo hace actualmente. Su nacimiento, al pie del Taquigriat (Gurugú), cerca de la merinida Taxusa.
Si, es difícil que su seco cauce atraiga la atención de nadie. Quizá su propio nombre, lo que mas sorprenda de el: Río de Oro.
No es un nombre modesto para un río modesto. Según parece data del siglo XVII: antes, como menos énfasis, se le llamaba río de Melilla. Los naturales de la zona de su curso, razonables y prácticos le llamaban y llaman Uad el Meduar, río de los meandros, con lo que combinan nombre y descripción al mismo tiempo.
Nuestro inevitable Gabriel de Morales nos dice que se le llamo también, en ocasiones, río de la Olla, nombre exageradamente modesto que afortunadamente no ha prosperado.
En un plano de 1962 se le llama río de la Plata, lo que nos hace sospechar, ante la insistencia en nombres de metales preciosos, que alguno de estos debía encontrarse entre sus piedras, y asi aparace afirmarlo un antiguo cronista.
Hoy, entre aquellas anguilas y escasas culebras viperinas, fauna que algunos niños y adultos se encargan actualmente de aniquilar metódicamente, especialmente la inofensiva culebra viperina, la “natrix maura”, hace años no rara y hoy, casi con certeza, camino de la extinción.
El río, en su época libre o a lo sumo de libertad vigilada, no dio mas que disgustos a Melilla. Los fronterizos vieron en el un voluntarioso aliado en su contencioso con los cristianos.
Con paciencia propia de su raza rellenaron el cauce en un punto situado entre los desaparecidos cerros de San Lorenzo y Tesorillo, y un mal día el río desvío su curso milenario tomando la dirección de la murallas de la vieja Melilla.
Con ello consiguieron dos objetivos. Uno, arruinar lenta pero impecablemente las fortificaciones encontradas a su paso (llegó a circular por lo que hoy es calle Duque de Almodóvar); otra, propiciar con sus aguas estancadas una enfermedad que probablemente haya llevado mas gente a la tumba en Melilla de la que ha llevado la propia defensa de la ciudad a lo largo de cuatrocientos años, que no ha sido poca.
Era el paludismo. No es necesario remontarse muchos años atrás, en la primera década de este siglo era un azote para la población. Algunos generales de la guarnición son muchos testigos de ello.
El río a había vuelto a su antiguo cauce en mayo de 1872, tras la ampliación de los limites y no pocas vicisitudes. Pero sustituido su cauce por el Parque Hernández y ocupado el resto por el llano de Santiago (hoy centro) por los huertos de la guarnición, ambos regados con el agua del río y situados sobre terreno de naturaleza pantanosa, conservaron el problema sin resolver.
El mosquito Cllez siguió viviendo a sus anchas. Con el relleno del llano y el comienzo de la construcción del barrio de Reina Victoria se fue amortiguando su incidencia, que quedo reducida a las aguas residuales de su propio cauce.
Allá por 1908, un ayudante O.P. Eduardo Merino, daba la solución definitiva: construir un pequeño canal en el centro del río para dar salida a todas aquellas aguas.
Tuvieron que pasar unos cuatro años antes de que se adoptara esta solución tan evidente. Mas, aun , Manuel Becerra elaboró un proyecto por las mismas fechas para extraer mediante perforación del cauce de las aguas subálveas de las que tan necesitada estaba la ciudad. Algo se hizo.
Si cuando no circulaba el agua era preocupante, tampoco cuando iba abundante de ella era como para estar descuidado. Los habituales desbordamientos en los días de lluvia abundante y pertinaz producían devastadores efectos a veces con victimas.
El río, añorante de su cauce anterior, se desbordaba a la altura del puente de Camellos y la riada arrasaba Parque y huertos penetrando en el Mantelete a través de la puerta de Santa Bárbara, donde alcanzaba alturas inverosímiles.
Fue especialmente dura la inundación del 28 de septiembre de 1906.
También esta vez como anteriores y posteriores riadas el agua se llevo al mar los puentes de madera de Camellos y Triana. Puentes circunstanciales levantados por los ingenieros militares en la campaña de 1893, mantenían su precaria existencia gracias al tesón de la Junta de Arbitrios que con insistencia digna de causas mejores volvía a recoger sus maltrechas tablas y las recomponía aguardando la próxima ocasión que no se hacia esperar mucho.
Un día llegan la compañía mineras que se establecen en los alrededores del reciente Hipódromo, del que recogería el nombre el barrio nacido años mas tarde. El tránsito entre Melilla y el campo exterior hacia Nador se incrementa considerablemente.
El puente de madera ya no cumplía su misión con el mínimo de dignidad. El general Marina movió sus resortes y el ministerio de Fomento facilito los fondos necesarios para la construcción de un puente en consonancia con la ciudad en auge.
El flamante puente fue inaugurado por el ministro del ramo señor Gasset en enero de 1910. Los futuros barrios del Hipódromo y el Real se lo agradecerían. Con posteriores reformas y ampliaciones es el mismo que tenemos ahora dando entrada a la calle Polavieja. El de Camellos tuvo que esperar unos años mas, pues no había prevista expansión por esa zona, en contra del criterio de algunos urbanistas.
Frontera natural entre dos zonas de Melilla claramente diferenciadas en su día, barrios de la derecha e izquierda del río de Oro, sigue con el desaliñado aspecto de siempre, y así lo aceptamos aunque mejor lo quisiéramos como fiordo noruego o elementos como arroyo de rumorosas aguas cristalinas.
El olvidado José de la Gándara previo su canalización en el famoso e incumplido Plan de 1910; con muy buen criterio y pensando mejorar su presentación pretendía establecer dos bonitos paseos, uno en cada rivera. Se nos saltan las lagrimas pensando en ellos y en aquel parque forestal pensando para el terreno que hoy ocupan un hospital no previsto como tal, un centro estatal de servicios varios y un instituto, en los aledaños del río.
Otro personaje hubo, al que no se le puede negar una gran sensibilidad, que apunto la idea de tapar el cauce formando sobre el una magnifica avenida. No era una idea original ni mucho menos, ya se había aplicado en algún otro sitio, pero era una idea brillante.
Por supuesto, no fructifico, a la vista esta, pero no me extrañaría nada que ese fuera su destino final allá por la época de los viajes interplanetarios.
Lo más que se hizo fue apretarle un poco mas entre muros de piedra para evitar sus veleidades ocasionales; eso fue todo.
Así sigue domando, sesteando indolentemente ante la indiferencia de los mas y el interés ecológicos de los menos, pero siempre testigo permanente de unos tiempos y unos hechos que forman parte ya de la vieja historia de Melilla.
El Río de Oro en El Telegrama del Rif
En más de una ocasión el río de Oro fue noticia en nuestro querido y añorado diario El Telegrama del Rif.
Las fuertes lluvias que cayeron sobre la ciudad el 28 de septiembre de 1906 tuvieron una especial repercusión en el Río. Al día siguiente se publicaban estas líneas haciendo referencia al citado episodio:
“Media hora después de comenzar la tormenta, experimentó el Río de Oro tan enorme crecida que se desbordó por el vado inmediato al puente de Camellos, rompiendo las aguas un tramo del puente para buscar su antiguo cauce. Aquella avalancha se precipitó sobre los muros del lavadero derrumbando el edificio que se desplomó.
Las aguas continuaron por el Parque Hernández arrasando el hermoso jardín recreo de los melillenses. Todo el llano quedó convertido en un inmenso lago.
Cerca de la Puerta de Santa Bárbara se unieron las aguas del río con las del cauce del Polígono que impetuoso y avasallador tomaron entrada en el Mantelete inundando el Cuartel de Artillería, Mantelete interior y Muro X, donde las aguas quedaron estancadas por no poder dominar el parapeto y ser insuficientes los desagües abiertos en aquel.
La edición del 7 de septiembre de 1920 se hacía eco de la problemática sobre su saneamiento:
“El pasado mes de Agosto, los vecinos del Tesorillo elevaron una instancia al Comandante General, solicitando el saneamiento del río de Oro, cuyas charcas constituyen un azote para los barrios próximos.
El anófeles, mosquito propagador del paludismo, se multiplica en las charcas e inocula el virus maléfico. Todos los años ocurre lo mismo. La sequía trae los embalses y los embalses el gasto de unos miles de pesetas, gasto inútil de un año para otro.
Varias veces se abrió cauce a esas aguas estancadas, pero la primera avenida o el primer vendaval de Poniente destruyeron la obra. Por esta causa, al informar la instancia la Junta de Arbitrios, alegó que sólo podría realizarse la apertura de pequeños canales en la desembocadura y la petrolización semanal de las charcas, con lo que el gasto sería reducido y podría aminorarse el daño.
Entendiéndolo así el Comandante General, aprobó la propuesta y de un día a otro, una cuadrilla de obreros, acometerá los trabajos que muy pronto las aguas, si Dios nos da ese beneficio, o Eolo se encargarán de deshacer.
El problema de saneamiento del río de Oro afecta tanto a la ciudad, que es necesario acometerlo con decisión. Tal vez estuviera, sino en su totalidad, si en parte, construyendo una buena presa de agua arriba del puente de Camello, lo que además permitiría utilizar nuevamente las aguas del río para riegos del parque, como en pasados tiempos.
Es materia amplia que deben abordarla cuantos se preocupan por la salud pública.”