Conociendo nuestro patrimonio Puerta de Santa Ana, Plaza de la Avanzadilla y Capilla de Santiago

PUERTA DE SANTA ANA Y PLAZA DE LA AVANZADILLA

Desde el siglo XVI la Avanzada de Santiago defendía plenamente la puerta de Santa Ana, que quedaba cubierta y protegida. Esta puerta contaba con un foso que la separaba de Santiago, llamado de la Avanzadilla.

Por su parte, el túnel de Santa Ana fue reconstruido entre 1622 y 1623 debido a un hundimiento, pero las mayores transformaciones de la zona se produjeron a finales del siglo XIX y principios del XX.

En 1908, la puerta de Santa Ana sufrió un importante desplome como consecuencia del peso de la Casa del Reloj y el ingeniero Carmelo Castañón hizo las roscas de ladrillo que hoy pueden verse en su frente. Con ello se consolidaba el frente, pero desaparecía la parte externa de la puerta de santa Ana, cuyo perfil era inequívocamente gótico.

En 1955 se descarnaba la piedra de la capilla con su enfoscado y se desalojaban varias barracas de la zona, demoliéndose los edificios anteriormente referidos.

CAPILLA DE SANTIAGO

Protegida ya la puerta de Santa Ana con el conjunto defensivo de Santiago, el mismo Miguel de Perea con la ayuda de Sancho de Escalante, pudo realizar en 1549 la capilla gótica de Santiago, con una bóveda nervada de terceletes (o arco tercelete es cada uno de los nervios o arcos de una bóveda de crucería compleja, propias del Gótico tardío, que va desde cada uno de los ángulos de apoyo, donde se une con los nervios o arcos diagonales, hasta las claves secundarias de la bóveda, dado que en estas bóvedas complejas hay varias claves de bóveda (habitualmente destacadas por un florón) con rosetones que representa uno de los pocos ejemplos de arte gótico del continente africano. Se construía este pequeño espacio de oración en la entrada principal de la ciudad, determinando un espacio religioso y a la vez simbólico. Miguel de Perea era el director de las obras, pero debía en todo momento presentar sus proyectos a la opinión de dos expertos en fortificación que estaban muy por encima de el en la toma de decisiones: el conde de Tendilla y Bernardino de Mendoza. La estructura de trabajo comprendía pues a estos militares y entendidos en fortificación, pero también a otros funcionarios como el pagador de las obras, que era Alonso de Melgar, el teniente de veedor Bartolomé Dorador y el veedor Hernando Bustillo. Finalmente correspondía una fuerte responsabilidad en los trabajos al maestro mayor, Sancho de Escalante, y a su equipo de canteros.

El 27 de abril de 1551 Miguel de Perea muere en la misma Melilla, pero las obras las continuaría el citado Sancho de Escalante, que llevaba en la ciudad ininterrumpidamente desde 1533 y había participado en la construcción de la mayor parte de sus murallas, como maestro mayor de cantería y asentista de obras.

Es probable que Perea dejara finalizada la capilla y los escudos y que el cantero mayor, Escalante tuviera que concluir solo el revellín. Todo apunta a que las posibilidades empeoraron pues para terminar una obra que había comenzado en cantería de buena labra tuvo que conformarse con 10.000 ladrillos. La obra se concluyó, pero 50 años después se derrumbó una de las bóvedas ladrilleras.

Es una obra que expresa a la perfección ese carácter que tuvo Melilla durante todo el siglo XVI, entre la superación de lo medieval y la asunción de técnicas y estilos modernos. Era la contradicción entre el Renacimiento que desde Italia inundaba el mundo artístico y cultural español, y las tradiciones góticas presentes en los ingenieros y en los maestros canteros.
En 1654 el gobernador Pedro Palacios Guevara reedificó la antigua capilla de Santiago, adornando su altar, tal vez porque la iglesia de San Miguel ya no existía o estaba en muy mal estado.

El 2 de diciembre de 1998 el arquitecto Javier Vellés hacía entrega de una imagen del Apóstol Santiago el Mayor. Esta réplica es un modelo a escala de una de las 16 estatuas que adornan el exterior del tambor de la cúpula de la capilla de San Isidro, de la iglesia de San Andrés de Madrid. Fueron talladas en piedra caliza de Tamajón (Guadalajara) por Juan Cantó de Salazar en el siglo XVII. Este arquitecto fue el encargado de la reconstrucción del interior de la mencionada iglesia.

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