Esta talla anónima que data del último tercio del siglo XVIII recibe a día de hoy culto en la parroquia de San Agustín del Barrio del Real.
De ella tenemos algunas nociones gracias a lo publicado por Sergio Ramírez González, doctor en Historia y profundo conocedor del Barroco en Melilla:
“La representación de la figura del mártir San Sebastián ha tenido desde siempre una gran difusión en las iglesias y templos europeos, en función de unas dotes taumatúrgicas [facultad de realizar prodigios] que lo hacían ciertamente atractivo de cara a la demanda popular.
Oriundo de las Galias, Sebastián decidió desde muy temprano ingresar en el ejército romano para desempñar las labores de escolta de los emperadores.
Pese a ello, en su interior sentía el espíritu cristiano en toda su plenitud y, no en vano, aprovechaba cada oportunidad que le brindaba su posición para actuar a favor de aquel movimiento.
Esto le llevó –después de ciertas conductas públicas- a que fuera denunciado y llevado ante el emperador que acabaría condenándolo a muerte por su traición en pro del proselitismo cristiano.
En consecuencia Diocleciano lo mandó atar a un psote en el centro del Campo de Marte con una tablilla en el pecho en que se señalaba su pertenencia al cristianismo.
Allí haría las veces de diana humana, de cara a recibir las flechas despedidas por los arqueros. Pero no falleció tras la tortura. Una vez curado por Irene volvió a reafirmar su condición de una menra un tanto obstinada, consiguiendo un segundo martirio que supuso su muerte al ser apaleado en el circo y arrojado a la cloaca.
Bueno es saber, que San Sebastián detenta un papel hegemónico entre los mártires y es considerado después de San Pedro y San Pablo el tercer patrón hagiográficos de este personaje que se han llevado al arte, aunque sin duda fue el primero de los martirios el que alcanzó mayor generalización tal vez debido al significado simbólico de las flechas recibidas.
En el sur de España se multiplicaron las representaciones del santo, merced a la difusión llevada a cabo por Juan de Austria en los territorios de presencia morisca tras recoger el empeño que ya habían inciado tiempo atrás los Reyes Católicos. Directrices que también se repetirían en la iglesia de Santiago del Peñón de Vélez de la Gomera mediante el encargo de una escultura a finales del siglo XVIII (h. 1770-1800), actualmente depositada en la iglesia de San Agustín del Real.
Fruto, desde luego, de la proclamación del santo como patrón de la Plaza a raiz de la epidemia de peste que sufrió en 1743. Es más, la imagen fue favorecida pocos meses después, en marzo de 1744, con la concesión real del dinero correspondiente a una ración diaria a fin de expandir su devoción de atender el ornato propio de su capilla.
Sin embargo, justo es decir que la devoción de San Sebastián venía de tiempo atrás, cuando su presunta intercesión divina ligró a la guarnición del contagio de gangrena originado en 1721.
Entonces, y por parte de las autoridades civiles y eclesiásticas y el vecindario en general, se propuso la petición de votar como fiesta de precepto la del referido mártir en cada 20 de enero, aprobada por la autoridad diocesana en octubre de 1722. La fiesta incluía la celebración con toda solemnidad de las primeras vísperas, misa con el Sacramento manifiesto y procesión de rogativas.”
[Bibliografía: Sergio Ramírez González. El triunfo de la Melilla Barroca. Arquitectura y Arte. Fundación Gaselec.2013]