La realización de ambos proyectos era complemento indispensable de las pavimentaciones de dichas calles, con la ampliación respectiva de sus dimensiones.
La primera calle Actor Tallaví, indicada a principios de mayo de 1927 bajo la dirección del Sr. Pérez Reyna, empleará el adoquinado sobre toma de lechada, retomándose su continuación al año siguiente, con la aprobación del crédito necesario ( 36.000 pesetas ) para su terminación, quedando enlazada, finalmente, con el proyecto ya aludido de plazoleta (1929).
El segundo calle General Polavieja, realizado por el mismo ingeniero, en septiembre de 1926, se acuerda efectuarlo, el 14 de julio 1927, en hormigón blindado, sin la necesidad de subasta al aplicarse un sistema de pavimentación patentado, liquidándose la obra a finales de 1927.
Por último, se entregará por un lado, a la Dirección de Fomento, la prolongación de la calle General Astilleros, para dotarla de pavimento moderno y atenderla en su entretenimiento y, por otro lado, se solicita a la Junta de Fomento la urbanización, el pavimentado y el embellecimiento de la vía comprendida desde la plaza de España hasta el puerto (Paseo General Macías ).
Esta , denominada también acera de la Marina, será saneada, por un lado con el traslado de la antigua caseta de Aforos y , por otro, con la demolición de las casetas del Muro X, que serán sustituidas por una pérgola diseñada por el Sr. Jalvo. De dicha forma, se completa la renovación de la principal arteria circulatoria de la ciudad, compuesta de las siguientes calles: Paseo del Gral. Macías, Actor Tallaví, Gral. Astilleros.”
Sobre este puente escribe también Francisco Saro Gandarillas:
Allá por el año 1893, durante la célebre guerra de Margallo, los ingenieros militares colocaron, en la carretera que desde la puerta de Santa Bárbara en el Mantelete, conducía hasta Nador, un puente de tablas o vigas armadas de madera con el fin de evitar el inconveniente que suponía el paso del solapado río de Oro.
Este puente provisional, y no olvidemos que lo provisional en Melilla se hace perpetuo, permaneció hasta el año 1909, en que hartas las autoridades de que el puente se desarme cada dos por tres y se lo llevase la corriente del río cada vez que caían diez gotas, decidieron sustituirle por otro más sólido.
Tuvo que ir el general Marina personalmente a Madrid, en abril de aquel año, para que le atendiesen, entre otros asuntos, el de la sustitución del puente sobre el río.
El ministro de Fomento le dio, como suele suceder en estos casos, buenas palabras. Buenas palabras que, por rara excepción, no produjeron la acostumbrada demora de lustros con que habitualmente se hacen explicitas las atentas promesas de las autoridades, puesto que, aprovechando la visita a Melilla del incansable ministro señor Gasset en enero de 1910, el general Marina le condujo de la mano a que con la suya propia la del ministro colocara la primera piedra del puente el fausto día del 7 de enero. Y asómbrense seis meses mas tarde el puente estaba terminado.
Fue le propio Gasset quien se empeño en que el flamante puente se llamara del General Marina, en honor del empecinamiento del bravo general, quien por aquellos días tenia sus buenos quebraderos de cabeza con los asuntos de Marruecos.
El proyecto del puente se debía al ilustre ingeniero de la omnipotente JOP don Manuel Becerra, aquel que fue director de las obras del puerto de Melilla durante unos cuatro años, y que llego a ministro de la Republica años mas tarde.
La compañía Construcciones de Cemento, dirigida por el ingeniero don José Rivera se hizo cargo de las obras. El puente tenia 54 metros de longitud y 8 de anchura, con una altura de 6,30 sobre el río; tres claros, los dos extremos de 8 metros de luz y el central de 15 metros.
Pese a lo aparente de la dirección y compañía constructora, la obra no era lo suficiente sólida. Estaba calculada, mal calculada al parecer, para soportar 400 kilos por metro cuadrado. Pues bien, dos años mas tarde el puente presentaba ya abundantes grietas, demostración de su mala calidad. Hubo, pues, que empezar a parchearlo inmediatamente.
Pero en esto llego el nuevo organismo administrativo local, la famosa Junta Municipal, a cuyo frente, primero en segundo y discreto termino y mas tarde a la cabeza, estaba el nunca bien ponderado Cándido Lobera, de quien, con acuerdo que hemos de aplaudir, a puesto la corporación municipal su busto a la entrada del palacio en un gesto que le honra.
Y la mano de don Cándido, como la de sus segundos, se vio muy pronto.
En sesión del 5 de abril de 1927, un ilustre patricio llamado don Francisco de las Cuevas (de quien algún día habrá que hacer su biografía) propone la ampliación y reparación del puente del General Marina, propuesta que es aprobada sin grandes dificultades por la Junta. Las obras se aprobaron pero el dinero era escaso, y poco después se paralizaban por falta de crédito suficiente.
Cuando don Cándido se pone al frente del organismo, el problema se soluciona sin dilación, y sin mas preámbulos se recomienzan las obras que son terminadas en pocos meses. El puente ampliado se conserva, con las obras de menor cuantía posteriores, casi en los mismos términos en que fue finalizado. Ese es el puente de General Marina.”
[Bibliografía: Salvador Gallego Aranda. Enrique Nieto en Melilla: la ciudad proyectada. Universidad de Granada.1996
Francisco Saro Gandarillas. Estudios melillenses. Notas sobre urbanismo, historia y sociedad en Melilla. Consejería de Cultura.1996 ]