Melilla fue cuna de uno de los actores más importantes de la escena española de comienzos del siglo XX.
Poco es lo que se ha escrito sobre él en esta ciudad, precisamente otro gran actor César Jiménez Segura nos brindaba algunas notas biográficas sobre él:
Introducción
Corre el año 1876; la Melilla de entonces es sólo una elevación formada por piedra de asperón y sillería labrada por presos políticos que viven una vida pacífica y buscando la libertad, que una cuerda pendiente del acantilado pueda posarlos en un barquichuelo, para trasladarlos a un punto del litoral africano, librándolos del yugo de la pena impuesta por las leyes de la época.
Los acantilados de la Ciudadela, están perforados por manos, unas veces militares, otras por presos políticos, otras simplemente como balcones al mar.
La vida transcurre plácidamente venerando las imágenes que en la Iglesia de la Purísima Concepción se encuentran: Un San Francisco, un Cristo, denominado del Socorro o una Virgen del Carmen rodeada de las Benditas Ánimas del Purgatorio, hoy desaparecidas o arrinconadas en alguna estancia del templo.
Luces y sombras entran por las cristaleras superiores de la Iglesia.
El Párroco, Don Francisco Cañamero y Morillo, repasa su breviario o quizá un antiguo legajo que le dice que la miel era lo que más abundaba en la Rusadir, hoy Melilla, por su gran cantidad de abejas.
Posiblemente, la noche anterior, le avisaron que habría que bautizar a un niño que acababa de nacer…
“En la Ciudad de Melilla, Obispado de Málaga, a los diez y nueve días del mes de Noviembre del año mil ochocientos setenta y seis. Yo, D. Francisco Cañamero y Morillo, Presbítero Cura Ecónomo del la Iglesia Parroquial de N.S. de la Concepción de la misma, bauticé solemnemente en ella un niño a quien puse por nombre José Francisco Ildefonso, hijo legítimo de José Tallabit Ferrer, natural de Lérida y de Ana Villalobos Pérez que lo es de Vélez Málaga.
Abuelos paternos José Tallabit Beltrán natural de dicho Lérida y Teresa Ferrer Trilla que lo es de Ager, Provincia de Lérida. Maternos Antonio Villalobos Téllez y Antonia Pérez Santiago, naturales del referido Vélez Málaga.
Aseguró dicho su padre no haber tenido otro de este nombre y que nació a la una de la mañana anterior. Fueron sus padrinos Francisco Loja Sánchez y Encarnación Atencia Villalobos, hermana del bautizado ambos de estado solteros a quienes advertí del parentesco espiritual y obligaciones que habían contraído y testigos Don Manuel Pérez Romero Sacristán de esta Parroquia y Emilio Fernández Hernández Acólito de la misma que doy fe”.
Francisco Cañamero (transcripción del acta de bautismo)
Biografía
José Francisco Ildefonso Tallavid Villalobos nació en Melilla, el 18 de Noviembre de 1876, hijo de un exiliado político fue en esta Ciudad onde transcurrió su primera infancia. Hacia 1892, es decir cuando contaba 16 años, se inició en las artes interpretativas en el popular Café de Chinitas en Málaga, desarrollando su carrera de actos en pequeñas compañías y teatrillos ambulantes.
Muy pronto destacó en este arte, presentándose en Madrid, en el teatro de La Comedia, con el estreno de la obra “Las Flores”. El cronista de la época que firmaba “Cócholis” dice del actor:
“ En esta obra, tenía Tallaví un papel de empeño y serías dificultades, que supo sortear y salvar con admirable buen sentido, destacando vigorosamente su personalidad artística…”
José Francisco Ildefonso Tallavid Villalobos, escogió como nombre artístico el de José Tallaví y así se le ha conocido siempre.
Muy posiblemente, cuando José Tallaví triunfaba por los escenarios de la Península, su padre prestaba servicios de “Cabo de Vara” en Melilla.
Los mayores éxitos alcanzados por Tallaví, fueron representando a personajes de Ibsen, Calderón y Guimerá.
Hay que destacar que Tallaví, cuando fue designado para interpretar el personajes de “El Hijo” en la obra Espectros de Ibsen, se recluyó en un sanatorio psiquiátrico para estudiar la enfermedad que sufre el protagonista; y a la hora de su muerte, pidió un espejo para contemplar la expresión de un moribundo.
Su obra y etapas
José Tallaví interpretó, entre otros, el personaje central de las obras Realidad, Las Flores, Las Vírgenes locas, Hamlet, El Cardenal, Espectros, El Místico, Tierra Baja, etc, siendo calificado como el mejor actor de Europa, destacando sobre todo por sus personajes de Ibsen.
Independientemente de sus actuaciones en España, Tallaví en 1908, llevó el teatro a todos los países de habla hispana: Chile, Argentina, Méjico, Perú, Ecuador, etc.
Fue objeto de numerosos homenajes de los melillenses, orgullosos del paisano ilustre que paseó su melillismo por donde fue.
En el año 1913 actúa en el Teatro Reina Victoria de Melilla con éxito sin precedentes. Es de señalar que entre los años 1910 y 1925 Melilla fue calificada como “La Capital Cultural del Norte de África.”
El General Arraiz de la Conderena, propulsor de las excavaciones en el Cerro de San Lorenzo fue el que dispuso que una de las principales calles de la Ciudad se denominase “Actor Tallaví”.
Hoy la calle ha sido repartida y es conocida, en orden desde la Plaza de España a la frontera con el vecino reino, con los siguientes nombres: “Avda. García Valiño”, “Actor Tallaví”, “Gral Polavieja” y “Gral. Astilleros”.
José Tallaví falleció en Madrid el 20 de Febrero de 1916 a los treinta y nueve años de edad, entre el dolor popular, en la cúspide de la gloris y confesándose hasta el final “Hijo de Melilla”.
En el año 1968, una Asociación Cultural dedicada al teatro toma el nombre del ilustre Actor. Su fundador, autor del presente trabajo, decidió denominarla “Agrupación Artística Tallaví”.
Las curiosidades de un apellido
Es altamente intrigante las formas en que el apellido de nuestro personaje es escrito en los diferentes documentos que nos han aportado los datos de la presente biografía: Inscripción de nacimiento, bautismo, artículos, entrevistas y otros, la mayoría de la época.
“Tallavit”, “Tallavid”, Tallabit” y “Tallabid”, ¿Cuál es el correcto? Lo ignoramos; es posible que cada uno lo escribiese “como le sonaba”, que al ser apellido catalán se pronunciase con el acento de la lengua y cada cual lo oyese de una forma, lo cierto es que el Actor tomó nomo nombre artístico el de Tallaví, y por el mismo se conociese en su época, y así haya llegado hasta nuestros días.”
Hasta aquí las líneas escritas por el gran César Jiménez Segura. Eduardo Vasco San Miguel, doctor en estudios teatrales, dedicaba un amplio artículo a la figura de José Tallaví. Del que entresacamos algunos párrafos:
Introducción
Tallaví es uno de esos actores importantes, ya olvidados, que uno se
encuentra citado por innumerables personajes a lo largo de la historia de nuestro teatro.
A mí me sorprendió escuchar desde mi juventud hablar sobre él a cómicos que ni siquiera habían nacido cuando desapareció; ni lo conocieron, ni lo vieron trabajar, pero lo sacaban a colación cuando se hablaba de compromiso, de implicación y de la interpretación moderna en España. Podríamos decir que es uno de esos intérpretes que consiguieron modificar el rumbo del teatro de su tiempo e hicieron de su diferencia un extraordinario argumento artístico.
Un hombre de teatro decisivo que, como otros antes, encontraron la práctica escénica de su tiempo sistematizada y rígida —llena de tópicos, trucos, latiguillos y desplantes— y decidieron que la observación y la introspección combinadas debían ser el camino para encontrar un modo nuevo de hacer teatro que transmitiese discursos y emociones a través de formas más naturales y contemporáneas.
Y todo esto ocurrió entre 1900 y 1916, cuando las teorías de Stanislavski, que van a transformar el mundo de la interpretación teatral, todavía no han aparecido en nuestro país y el naturalismo en España es un exotismo casi improcedente sobre la escena.
A través de su trayectoria, documentada mediante diversas publicaciones de la época, podremos comprender cómo las ideas renovadoras de la Europa de principios del siglo XX tuvieron en Tallaví un representante heroico que las llevó a la práctica y contribuyó así, decisivamente, a la evolución del arte escénico en España.
Los comienzos en la profesión (1898-1901)
José Tallaví Villalobos nace en Vélez de la Gomera (Melilla) el 18 de noviembre de 1876. Fue hijo, al parecer, de un preso leridano llamado José
Tallaví Ferrer. Se traslada todavía muy pequeño a Málaga, donde estudia
bachillerato y se matricula en la Real Academia de Declamación, dirigida por José Ruiz Borrego, en cuya compañía debutó muy pronto por los tablados de los cafés malagueños.
Su formación fue, pues, corta y escasa, tanto que el propio actor se definía como autodidacta en algunas ocasiones, e incluso renegaba de su paso por la academia: «yo no fui aficionado jamás, ni pertenecí a ninguna academia de declamación… Y ahora me alegro mucho; no me gusta ese procedimiento de hacer actores; desconfío bastante de él» (El caballero audaz, 1915, pág. 28)
Tallaví incluso sostenía que sus comienzos en la profesión fueron fruto de la casualidad. Él mismo relataba:
“Tenía un amigo que era violinista en una orquesta de zarzuela. «¿eres
capaz —me dijo un día—de venirte a Vélez-Málaga con nosotros y trabajar
con nuestra compañía?» «¿De qué…» —Le interrogué yo muy asombrado— «¿de traspunte? ¿De tramoyista…? ¿De acomodador? O de qué…» «No hombre; de cómico» Aquella respuesta de mi amigo me dejó helado… Pero acepté. A los pocos días debutaba yo con algunos papelillos (1915, pág. 28).”
Esa sencillez que desprenden sus palabras debía ser el rasgo principal
de su personalidad. Eduardo Zamacois, en su libro Desde mi butaca lo definió como un hombre «alto de estatura, recio de espaldas, simpático de rostro, llano en las actitudes y en las palabras, con una indefinible cordialidad campesina en el saludo, en la mirada y en la sonrisa» (Zamacois, 1914, pág. 97)
Con 22 años, en el otoño de 1898, comienza el periodo en el que el actor se curte como intérprete en los escenarios de las provincias. Viaja a Barcelona y se integra en la compañía de Francisco Fuentes (1872-1934), un actor que provenía de la compañía de Antonio Vico (1840-1902) y que era considerado entonces un intérprete moderno, y que incluso algunos calificaban como actor «modernista», ya que no recurría al grito o al desplante como recurso fácil.
Al terminar su compromiso se contrata en otra compañía itinerante:
la de la primera actriz Julia Cirera, cuyo director y primer actor era Emilio Armengod. Esta agrupación interpretaba un repertorio a medida de la actriz, que tenía predilección por los dramas, y con ella permanece Tallaví hasta el comienzo de 1900.
En la primavera ya está de vuelta en Barcelona y se integra en la compañía que Fuentes ha traído del Español de Madrid para trabajar en el teatro Principal. Allí coincide con actores de importancia como Antonio Perrín (1860-1904), sobrino de Vico. El repertorio está compuesto de teatro contemporáneo español con obras de Eusebio Blasco (1844-1903) o Ángel Ganivet (1865-1898), aunque también representan una obra que va a suponer el primer contacto del joven actor con el dramaturgo Henrik Ibsen (1828-1906): Casa de muñecas.
Pocos meses después llega a Madrid para contratarse en la compañía
de Isabel Luna, junto al propio Perrín, para interpretar papeles secundarios en el Don Juan Tenorio de José Zorrilla (1817-1893) en sus tradicionales fechas, en el teatro Novedades.
Toda esta experiencia básica a la que se enfrenta durante unos años le sirve como referencia para asegurarse del camino que no quería seguir como intérprete. Aunque no será fácil.
Él mismo contaba que empezó a trabajar con actores «que cultivaban el
latiguillo, y, sin embargo, yo me rebelaba contra esa manera de sentir el teatro… En las compañías era el actor que menos aplaudían; pero al final de la temporada quedaban elogios para mi trabajo» (1915, pág. 28).