La historiadora melillense Adela Ana Ponce Gómez, escribe así mismo un artículo sobre el río de Oro publicado en la revista Trápana:
“Descripción física.- El Río de Oro es la corriente de agua más importante de toda la región de Melilla. Tiene su nacimiento en el macizo del Gurugú, recogiendo las aguas procedentes de la meseta de Tazuda y del pico Taguigriat.
Su curso, inicialmente dirigido hacia el Norte, cambia bruscamente de dirección en las proximidades del Zoco el Had, donde se curva hacia el Este y antes de entrar en el término municipal, el valle del Río se ensancha ampliamente, tomando el aspecto de una fértil vega, en cuyas márgenes se asienta la población de Melilla, desembocando en la bahía situada al sur del promontorio de la fortaleza de Melilla.
Su nombre.- Quizá lo que más sorprenda sea su propio nombre: Río de Oro; nombre un tanto exagerado para un río tan modesto, aunque sea el más importante de la comarca. Los naturales de la zona marroquí lo llaman Uad el-Madduar, “río de los meandros” con lo que aluden a la sinuosidad de su trayecto.
El nombre actual data del Siglo XVII (concretamente aparece así nombrado en un plano de 1677), aunque se le llamó también Río de la Olla, Río de la Plaza o Río de Melilla.
La explicación de nombre tan magnífico nos la da un melillense, Juan Antonio de Estrada en su obra “Población General de España (1745)”: “… un río, llamado del Oro, por algunas pintas, que se suelen extraer con este precioso metal”.
Hoy apenas encontraríamos otra cosas que pocos galápagos y bastantes sapos.
Historia de su cauce.- El Río de Oro hoy día tiene su desembocadura al sur del puerto de Melilla, auque no ha sido siempre así.
Hace varios milenios, mucho antes de que el primer hombre pisara estas tierras, el Río desembocaba el otro lado del Cabo Tres Forcas; al oeste de Melilla, en las cercanías de Cazada. Pero los movimientos terciarios provocaron un basculamiento general de la meseta de Beni-Chicar hacia el Este, y un día, no se sabe cuando, aprovechando una depresión de origen tectónico, comenzó a desembocar en lo que hoy es la Plaza de España.
Y así permaneció durante bastantes siglos hasta que a mediados del pasado siglo, tras la ampliación de los límites de la ciudad, se decidió trasladar su cauce para evitar molestias y males mayores.
La intervención humana concluyó en mayo de 1872, haciéndolo desembocar donde actualmente lo hace, y sustituyendo su antiguo cauce por el Parque Hernández y el llano de Santiago (hoy entre el General Mola y la Plaza de Torres Quevedo).
Afluentes.- El Río de Oro, con sus más de 21 kms de recorrido es el cauce más importante de la red hidrográfica de la región de Melilla. Desde su nacimiento en Tazuda, nuestro río recibe el aporte de multitud de barrancos de escasa importancia.
Será a partir del ensanchamiento del valle, dentro ya del término municipal de Melilla, cuando el río recibirá sus principales afluentes. Primero el Tigorfaten, a la izquierda, procedente de la meseta de Beni-Chicar (Rostrogordo).
Después el arroyo de Farhana, su principal afluente, y por último el arroyo de Sidi Guariach, ambos a la derecha y procedentes de los barrancos septentrionales del Gurugú. También dentro de Melilla vierten a él barrancos de menor talla: Cañada de la Muerte, el Barranco de Cabrerizas, etc. La extensión de sue cuenta es, aproximadamente de unos 85 km2.
Crecidas y riadas.- Cuando observamos su seco cauce y su imponente canal no puede por menos que causarnos hilaridad este aprendiz de río, pero ¡cuidado!, el Río de Oro no es un río como para estar descuidado.
Los habituales desbordamientos, en los días de lluvia abundante y pertinaz, producían ya desde antaño devastadores efectos y a veces son víctimas.
El Río añorando su antiguo cauce, se desbordaba a la altura del puente del Tesorillo (Plaza Martín de Córdoba). Fue especialmente dura la inundación de Septiembre de 1906, y aún se recuerdan los efectos catastróficos de la riada del 25 de febrero de 1985, que destrozó el antiguo puente peatonal del Tesorillo, destrozó un muro de contención e inundó los campos y arrasó las huertas de la vega.
Los puentes.- Los primeros puentes sobre el Río de Oro se instalaron a finales del siglo pasado (1893); estos eran de madera, provisionales, levantados por los ingenieros militares, lo que hizo que fueran reconstruidos varias veces tras alguna crecida o riada.
El primer puente de obra sobre el Río de Oro fue inaugurado en Enero de 1910, que con posteriores reformas y ampliaciones es el mismo que tenemos ahora a la entrada de la calle Polavieja: el llamado “Puente de Triana”.
Actualmente nuestro río se encuentra atravesado por seis puentes: El primero, el llamado puente del Tesorillo (o Camellos) entre la Plaza Martín de Córdoba y la calle General Mola. A continuación el puente nuevo del Tesorillo (inaugurado en 1990), al final de la calle Querol, levantado y ensanchado sobre el antiguo puente peatonal.
El siguiente es el vetusto y abandonado puente ferroviario de las compañías mineras que se encuentra junto al mercado del “Buen Acuerdo”. A pocos metros de esta reliquia se encuentran los puentes de Triana: primero el más antiguo (1910); junto a él su pareja. Y por último, antes de morir en el mar, el puente peatonal del Paseo Marítimo que une las playas de San Lorenzo y Los Cárabos.”
El ingeniero militar Joaquín Rodríguez Puget en el artículo publicado en la Revista Aldaba sobre al urbanismo de Melilla, especialmente al que trazaron sus homónimos, dedica también unas líneas al Río de Oro; en este ocasión al proceso de desviación del mismo:
“Antes de explicar y razonar como se realizó esta expansión quiero referirme a otro de los hitos que marcan para siempre la configuración de la Ciudad: La desviación del cauce del Río de Oro:
Estudiando la cartografía de los siglos XVIII y XIX, a la que he podido tener acceso, me sorprende, dentro de la precisión con que está conformada, que hay algo en lo cual no suelen coincidir los planos, tal es, el trazado del Río de Oro, principal cauce de la villa.
Estudio los proyectos de defensa, diques y malecones del Torreón de Santa Bárbara, Espigón de San Jorge, Mantelete Exterior, etc. y es mi sorpresa que los ataques moros son causa de la modificación de nuestra topografía: ¡Las primeras desviaciones del Río de Oro son ocasionadas por dichos ataques!
En el año 1834 el Ingeniero D. José Herrera redacta un informe en el que dice: «se manifiesta en el plano, remitido a la Superioridad, la nueva dirección que tuvo la desembocadura del torrente del Río de Oro que desagua en el mar, por las inmediaciones de las obras avanzadas de la Plaza de Melilla y que de muestra la dirección que, nuevamente, ahora ha tomado a partir del temporal o grandes lluvias acontecidas en los días 18 y 19 de Noviembre último, ocasionando por ello la destrucción del Espigón de San Jorge y la, indudablemente, amenaza sobre esta fortaleza si se repite otra avenida. Por ahora se propone hacer reparar el río y precaver la ruina de aquellos fuertes».
El 23 de Diciembre de 1837 se redacta el proyecto del malecón para proteger la Torre de Santa Bárbara y en él se indican tres nuevas desviaciones:
Dirección que tuvo el desagüe de este río
Dirección que tomó después del año 34
Dirección que ha tomado ahora y destrucción que por ella ha ocasionado en el Espigón de San Jorge.
En el año 1840 se repite el problema. Por fin, en el año 1863 se redacta el anteproyecto de desviación del Río de Oro en la zona de los nuevos límites de Melilla, por el Comandante del Cuerpo de Ingenieros D. Francisco Arájol y de Sola, que dice: La obra más importante, la más urgente y la más beneficiosa para la Plaza de Melilla, es la desviación del Río de Oro.
Tendiendo la corriente actual hacia la Plaza, en cada avenida, seguirá destruyendo una parte de las fortificaciones y en breve se introducirá en los huertos, dejando a la población sin los recursos que estos proporcionan y acaso sin las defensas de los dos últimos recintos.
Si esto fuera de un porvenir lejano, aunque hubiésemos calificado de importante la obra, no nos hubiéramos atrevido a darle también la calificación de urgente, mas si en la última avenida han arrastrado las aguas un torreón sólidamente construido y una muralla que tenía adosado el paramento opuesto a la corriente, un terraplén de 3,11 metros de altura, 4,60 metros de espesor en suporte superior y 10,70 metros en su base; con cuanta mayor razón no se llevará el débil muro de piedra y barro que separa los huertos del campo y une la Torre de Santa Bárbara con el Fuerte de San Miguel, dejando el recinto completamente abierto por esta parte. Dilatar la obra que proponemos es exponerse a correr la contingencia de dejar esta población a merced de sus inhospitalarios vecinos.
Otras ventajas de no menos interés resultarán también.
Sabido es que el azote de las calenturas que actualmente diezman la guarnición, provienen de la proximidad del río y estancamiento de las aguas en su desembocadura; de la simple inspección del plano se desprende que todas las arenas y cantos rodados que arrastra el río, contribuye a cegar la entrada del pequeño puerto de esta Plaza, cuya completa destrucción no está muy lejana, pues bien, con la obra cuyo anteproyecto acompañamos, se alejaran estas causas, a nuestro parecer, lo bastante, para menguarlas considerablemente, si no anularlas del todo.
Demostrado el objeto y fin de la obra, vamos a desarrollar en los tres artículos que siguen el pensamiento que hemos concebido, con todos los detalles que nos hemos podido proporcionar…
…Lo que se llama Río de Oro, no es más, según las noticias que hemos podido adquirir, que un torrente que recoge las aguas de las laderas de las montañas inmediatas de una extensión de unas cuatro a cinco leguas.
Muy rápidas estas laderas, desnudas completamente de arbolado y de naturaleza arcillosa, se precipitan con rapidez todas las aguas que caen sobre ellas al cauce del torrente, el que teniendo a su vez una inclinación muy grande, hace que lleguen al mar con una extraordinaria velocidad adquirida. El desagüe natural del torrente es la depresión que se halla entre San Lorenzo y el Tesorillo; mas algunas obras que se dice haber sido hechas por ¡os moros cuando estaban en continua guerra con ¡a Plaza y de las que no queda ya vestigio alguno, obligaron al cauce a formar un cambio brusco, casi en ángulo recto a unos seiscientos metros de la Plaza.
Ahora bien, si después de haber quitado la corriente misma con estas obras, rebajamos el terreno que media desde este cambio hasta el mar por la depresión indicada, que por otra parte es la mayor que se halla en todo el territorio cedido, las aguas dejarán la dirección forzada que tienen ahora, para seguir la más natural que le proponemos dar.
Hasta tal punto tenemos confianza en esta nueva dirección, que si se dejara sin cerrar el cauce antiguo, abrigamos la esperanza que las aguas tomarían el nuevo abandonando completamente por sí mismas el actual…
Por fin en el año 1871 el Río de Oro discurre por su nuevo cauce y queda el llano disponible para que surja el Parque Hernández, la Plaza de España, en una palabra, el Barrio de la Reina Victoria.
En la memoria del proyecto de construcción de un puente estable sobre el nuevo cauce del Rio de Oro redactado el 20 de Marzo de 1877 y aprobado por R.O. de 29 de Abril del mismo año, se ratifica lo dicho anteriormente:
La primitiva desembocadura del río y que la simple inspección del terreno demuestra ser la natural, era la que hoy nuevamente le ha dado la apertura del nuevo cauce. Obras de ataque construidas por los moros, que ampliaron la dirección del cauce primitivo desde un recodo situado a unos seiscientos metros de la Plaza, y a consecuencia de este cambio las aguas del río fueron a buscar su desembocadura en el mar inmediatamente al lado de los muros del recinto exterior.
En el año 1885 se redacta el definitivo proyecto de Obras en el Río de Oro para impedir las inundaciones, siendo este proyecto de gran interés por la de tallada y razonada explicación de las inundaciones ocurridas desde la desviación y como se llegó a la situación estable actual del río.”
Constantino Domínguez Sánchez dedicó también algunas líneas a este río, publicadas por primera vez en El Telegrama de Melilla, el 7 de marzo de 1972:
“Un centenario
El del cauce del Río de Oro
Se cumple el día 7 del presente mes el centenario del nuevo cauce del Río de Oro, nuestro flamante aprendiz de río, que tantos sustos nos ha dado a veces.
Hasta el 7 de marzo de 1872 el río había discurrido por lo que hoy es el centro de la ciudad, causando siempre la intranquilidad de las antiguas guarniciones de Melilla.
Pero vamos a hacer una pequeña historia de nuestro querido Río de Oro:
El origen de su nombre es oscuro, pues sólo en el libro “Población General de España”, escrito por el melillense Estrada a finales del siglo XVIII, se indica que se le daba este nombre “por algunas pintas que suelen traer sus arenas de ese precioso metal”.
Peor no es oro todo lo que reluce en relación con nuestro río. Su desembocadura, por causa natural y a veces por mano de los fronterizos, fue cada día acercándose más a los fuertes y baluartes de la ciudadela, causando grandes molestias a la ciudad, molestias de toda índole pues el estancamiento de las aguas motivaba un gran estado de intranquilidad por los ataques que los fronterizos tenían instalados en la orilla derecha del mismo.
Por ser un río de carácter torrencial, sus inundaciones han sido siempre una gran molestia para la ciudad.
Ya en 1644 en la víspera de San Juan hubo una de las más grandes que se han conocido, inundación que causó cuantísimos estragos que mermaron en mucho las defensas de la ciudad, amén de arrasar todas las huertecitas que servían para el abastecimiento de la misma.
Pero hay también una curiosidad. El Río de Oro fue en su tiempo la iniciación de un floreciente comercio con la Península, pues en el ya citado libro de Estrada he leído que “… en su nacimiento sacan los naturales un barro especial para labrar ollas, cazuelas y otras maniobras, que salen con las referidas pintas, y que son muy estimadas en España por su hechura y duración”.
Trazados los nuevos límites de Melilla, una de las primeras preocupaciones de sus gobernadores fue el quitarse de encima tan molesto incordio. Ya en 1834 se hizo el primer proyecto por el ingeniero militar don José de Herrera, proyecto que no cristalizó definitivamente por la serie de oposiciones que llevó implícito el mismo.
Al final, tras nuevos estudios y eliminada la oposición que se había encontrado, el 22 de diciembre de 1871 dieron comienzo las obras de apertura del actual curso, con una longitud de 650 metros y 16 de anchura, obra que fue terminada en 73 días y cuyo coste, en aquel entonces fue de 45.000 pesetas.
Esta obra, hecha a brazo pues entonces no existían los modernos medios de excavación, fue lo que sirvió para que nuestra ciudad se extendiera por todo el llano.
La desviación tuvo lugar un poco más arriba del actual puente denominado del Tesorillo, atravesando entre los cerros de Camellos y el de San Lorenzo, en el lugar conocido por Las Pasadillas, tan nobmrado en la antigua historia de Melilla por las acciones de uno de los primeros gobernadores, don Alonso de Urrea.
Y ya que hemos hablado del puente del Tesorillo es lógico referirse a los puentes del río. Los primeros fueron consturídos en tiempos de la llamada Guerra de Margallo, allá por 1893 y fueron dos. Uno de vigas armadas consturido en la desembocadura y otro de caballetes, en el mismo sitio que hoy está el del Tesorillo, puente éste que aún recordan los antiguos melillenses pues duró ahsta finales de la década de los veinte.
Los dos puentes citados fueron construidos bajo la dirección del Teniente de Zapadores don José Núñez Muñoz.
El instalado sobre la desembocadura fue sustituido hacia 1906 por el actual puente del General Marina que todos conocemos y que en breve será sustituido por uno nuevo, adaptado a las necesidades del tráfico moderno.
Posteriormente fueron construidos los puentes del ferrocarril minero, primero el de la vía francesa, que fue desguazado el pasado año y luego el de la Compañía Española. Mucho después fue construída la pasarela que pone en comunicación el barrio del Tesorillo con la parte de atrás del Hospital de la Cruz Roja.
La apertura del nuevo cauce tuvo como consecuencia lógica una gran movimiento de tierras que se emplearon para rellenar el cauce antiguo y nivelar todo el centro de la ciudad, haciendo factible entre otras obras, el hermoso Parque Hernández del cual todos los melillenses nos debemos mostrar orgullosos.
Y esta ha sido a grandes rasgos la semblanza que hoy he hecho de nuestro querido Río de Oro, ese río que algunas veces nos pone a temblar con sus impetuosas corrientes, pero que la mayor parte del año sólo tiene eso, su áureo nombre.
Continuará…