En este lugar conocido históricamente como “Villa Vieja” se asentaron los primeros pobladores de Melilla tras la llegada de Pedro de Estopiñán en 1497. A finales del siglo XV era una cerca amurallada de tipología medieval que albergaba en su interior algunos edificios, entre ellos la Ermita de la Victoria.

En la Antigüedad y Edad Media pudo ser una zona de mercado local.

El Artillero Alfonso Díez de Anés realizó en 1699 un proyecto de reforma de las murallas de la Alafia (nombre  con el que se conocía esta plaza, cuyo significado es “Paz”) que presentaban gran irregularidad formada por torreones de diferentes tamaños y capacidades.

Durante algún tiempo albergó el presidio de la Plaza.

Hacia 1694 siendo gobernador Zúñiga de la Cerda, comenzó a construirse este fuerte de forma cuadrada. Cinco años después un temporal lo destruyó y Canal de Soldevilla que se hallaba entonces al frente del gobierno de la Plaza lo transformó en baluarte siendo las pautas del ingeniero Felipe Martín de Paredes. La reforma definitiva llegaría en época de Juan Jerónimo Ungo de Velasco (1711-1714).

Erigido en el extremo noroeste del Segundo Recinto a finales del siglo XVII según proyecto del ingeniero Felipe Martín Paredes  Lo que empezó como  un medio baluarte Pedro Borrás lo  transformó en baluarte perfecto al estilo italiano.  Fuertemente ataludado, presentaba once cañoneras entre merlones.

En lo más alto de una de sus esquinas aún se puede observar un garitón.

Finalizando el siglo XVII, hacia 1690 en previsión de posibles ataques, dieron comienzo las obras de un “Hornabeque” de piedra y barro, con foso  excavado en la roca según proyecto del ingeniero Felipe Martín Paredes. De este modo la Alafía quedaba dividida desde entonces en el Segundo y Tercer Recintos.

El ingeniero y gobernador Pedro Borrás entre 1716 y 1719 transformó su estructura apareciendo con un frente abaluartado simple.

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