Conociendo nuestra historia El ingeniero Francisco Carcaño Más (II)

Antonio Bravo Nieto, cronista oficial de la ciudad, en su obra La ciudad de Melilla y sus autores, aporta interesante información sobre Francisco Carcaño. Además de los datos biográficos, dedica unas líneas a la obra de este ingeniero en Melilla:

 

“Conocemos un mínimo de 27 proyectos de Francisco Carcaño que corresponden principalmente a su trabajo oficial al servicio de instituciones locales.

Así, realizó el halla acristalado de la Comandancia General, diversos pabellones militares, un proyecto en el Zoco-Fondak (1915), la sala de operaciones del Hospital Militar (1920) y la Iglesia Castrense (1920-1921.

Desde 1920 a 1922, como ingeniero de la Junta de Arbitrios ejecutó diversos proyectos tanto de arquitectura como de urbanismo: reforma en la Academia de Dibujo, un proyecto de Casa Muncipal, el Mercado del Carmen, el proyecto de traída de agua desde Tiforfaten y desde Trara a Melilla, el depósito de agua de María Cristina, las escalinatas de la Plaza Menéndez Pelayo, una pescadería en San Lorenzo, un asilo de ancianos y varios colegios en los barrios del Real y de Ataque Seco.

Su obra está por tanto principalmente ligada a las instituciones locales, aunque también realizó algunas incursiones en la arquitectura civil y en ámbito privado, como un taller cercano al zoco (1909), un edificio en la Avenida nº 7 (1910), otro en la calle general O´Donnell nº 33, unos almacenes en el barrio Industrial, la casa propiedad de su padre en la calle Cardenal Cisneros nº 2 (1912) y el colegio del Buen Consejo (1913-1917); posteriormente realizó la iglesia de la Divina Infantita (1929-1930),

Podemos afirmar que Carcaño no abandonó nunca su carrera militar para dedicarse a la construcción privada, y el volumen de ésta (principalmente entre 1909 y 1912) no llegaría a ser importante, aunque el 24 de marzo de 1912 era le único ingeniero militar en activo que aún tenía alguna dirección de obras pendiente de finalizar.

Estéticamente Carcaño se muestra cambiante, pudiendo ir desde el eclecticismo de sus primeras obras a un cierto ambiente modernista en el proyecto de casa en Cardenal Cisneros nº 2 (1912), modernismo contra el que reacciona en las obras oficiales que inicia a partir de 1920.

Tal vez el estilo que puede definir mejor a Francisco Carcaño sea el uso del lenguaje historicista, principalmente neogótico (aunque tampoco desconocía el neoárabe) que ya inició en el proyecto del Colegio del Buen Consejo, en la iglesia Castrense (1920) y posteriormente en la iglesia de la Divina Infantita.

En Marruecos (1927) también realizó en el mismo lenguaje neogótico, la semidesaparecida iglesia de Zeluán.

Su obra escrita.- Francisco Carcaño como escritor fue también una figura muy interesante, al novelar y narrar a través de sus múltiples crónicas toda la realidad de la ciudad.

Colaboró continuamente con los diferentes periódicos locales, fue miembro fundador del Ateneo Científico, Artístico y Literario, y publicó varias novelitas cortas en la serie “La Novela Africana”; sus obras principales van a ser; Rifeñerías (1920), Las Plazas Menores de África (1921) y sobre todo La Hija de Marte (1930), su principal creación.

También tuvo Carcaño una intensa faceta como escritor profesional, abarcando temas relativos a su vida como ingeniero, y que encontramos en el Memorial de Ingenieros del Ejército Militares.

Así escribió varios artículos: “Máquinas de destilación de agua del mar instaladas en Melilla” (1911), “Sistema de construcción empleado en el desembarcadero de Alhucemas” (1919), “Los caminos militares en el territorio de Melilla” (1919), etc.

Podemos finalizar esta reseña con una autodescripción personal, que realizó disimulada en la figura de “Santiago Más”:

“He sacado jugo a la vida. He compaginado el romanticismo de mi alma con el positivismo reinante pues siempre al margen, asistió al desarrollo de (Melilla) y vio enriquecerse a muchos de sus amigos y colegas, mientras él con decoro, encubría su falta de numerario, dejó correr impasiblemente el tiempo, feliz en sus ensueños a prueba de desengaños. Amador sempiterno, romático y soñador, dedicábase a enamorar a las recien llegadas…”

 

De su faceta como escritor, de asiduo colaborador en la prensa local, si acudimos a las hemerotecas podemos leer interesantes artículos de variada temática, unas veces firmados con su nombre y otras bajo el pseudónimo de Parravichino.

Con este último apelativo hallamos el 6 de enero de 1923 un texto titulado Impresiones de Melilla en el que describe cómo era la ciudad de entonces:

“Siempre en busca de sensaciones estéticas, el alma viajera, enamorada del movimiento, enemiga del estatismo, nos impulsa hacia los lugares que pueden proporcionarnos emociones que sirvan de sedante al espíritu inquieto.

Incansablemente navegamos por la vida en pos de la renovación de impresiones, procurando la alternativa, a fin de que la sinusoide que gráficamente las representaría, nos ponga al margen de la vulgaridad y monotonía ambientes.

Los alegres momentos de la arribada y los tristes instantes de toda despedida, gústannos por la variada gama de sentimientos que saben despertarnos: mas cuando el destino nos recluye en el estrecho cerco de una ciudad, nos es preciso buscar dentro de la misma la variación cosntante de impresiones.

Así nos apartamos a veces de los lugares de nuestro habitual vivir, para recorrer aquellos otros cuya vida cotidiana ignoramos.

¡Cuán distinto en nuestra Melilla al ambiente del centro bullanguero y comercial de el de los apartados barrios!

Los carcomidos murallones de los viejos recintos, las ruinosas fortificaciones de la Alcazaba, tranpostándonos a tiempos pretéricos, vuelven el alma soñadora, sentimental.

La popular alegría de los barrios del Real e Hipódromo, nos hacen creernos en población muy apartada de la que habitamos de ordinario.

El bello panorama que se nos ofrece desde el barrio de Cabrerizas, en cuya contemplación recréase la vista, nos alegra y deleita.

El laborioso y humilde barrio de Batería J, en fiebre constante de ampliación, nos hacer recordar la laborioisdad de las hormigas, que granito a granito acumulan las provisiones para el mal tiempo.

Hay dentro de Melilla poblaciones distintas, una amalgama que auna el carácter que ofrece la ciudad con la composición de sus habitantes. Todo es de aluvión.

Pero esta desigualdad en edificios y pobladores que da el carácter a la moderna ciudad española enclavada en el continente africano, tiene por sus contrastes un principio artístico tan natural que hace vibrar el sentimiento.

Es una urbe sincera; sus barrios y sus edificios nos expresan en su aspecto lo que en ellos existe y lo que en realidad son. Y si la belleza consiste principalmente en la representación de la verdad, deducimos fácilmente que Melilla es una población bella.

Para nuestro último recorrido nos ha causado una impresión deplorable, ha mortificado, ha zaherido neustra compasión, nuestro sentimiento artístico. En los lugares más céntricos, junto a las calles de edificios más suntuosos, en puntos dominantes en que debieran asentar lindos hoteles, espesos bosques o floridos jardines, han surgido inmundas barracas, de aspecto repugnante que rompen toda sensación de belleza, y constituyen un oprobio.

La tolerencia de tales viviendas de aduar constituye un verdadero crimen. Han sido pisoteadas las normas del ornato público.

Los que preocupáronse de embellecer Melilla y soñadores creyeron en la realización de colosales proyectos de suntuosos bulevares de urbe moderna, quedarían anonadados al contemplar las chozas que en los lugares más visibles son un desdoro para la ciudad.

No puede haber razones de ninguna índole que justifiquen tamaño desfuero.

Nuestra alma contrariada renunciará en lo sucesivo a buscar nuevas impresiones, temerosa de tropezar a cada paso con nuevos crímenes de Belleza.”

El 22 de noviembre de 1925 en la primera página del mismo diario encontramos unas líneas dedicadas al tiempo, bajo el título Melilla y su climatología:

“La transformación de Melilla en el primer cuarto del siglo que corre ha sido radical, no sólo en el aspecto urbano y en el de las costumbres,sino también en su climatología.

Los antiguos melillenses, los viejos moradores de la antigua plaza fuerte encerrada entre murallas, al evocar los tiempos pretéritos en que la vida se desarrollaba plácida y tranquila sin la nerviosidad y afanes de lucro y ostencaciones de estos últimos años; al comparar la ciudad moderna con la vieja plaza fuerte, van señalando una a una las grandes diferencias que las circunstancias especiales han originado, en el escaso espacio de tiempo de cinco lustros, y entre esas diferencias resalta una que lógicamente debiera ser independiente de las causas que han dado lugar a la gran transformación de Melilla. Nos referimos al clima.

Hasta los comienzos del siglo XX, las prendas de abrigo eran desconocidas en Melilla. El invierno no tenía los rigores que en estos años; la temperatura de la estación más fría del año, no era lo suficientemente baja para obligar al uso de prendas exteriores, pues el ambiente templado no lo requería.

Y al hablar de la temperatura, no nos referimos exclusivamente a la marcada en el termómetro, sino a la sensación de calor o frío experimentada por el cuerpo humnao. Como antes, las temperaturas medias del invierno se mantienen por encima de los diez grados y las mínimas, salvo días de descenso extraordinario, no bajen de 4 sobre 0. Sin embargo, desde final de Otoño hasta que alborea la primavera, las tardes y las noches suelen ser frías; el uso de los abrigos fuertes se ha hecho necesario, y el tanto por ciento de enfermedades del aparato respiratorio, que es el mejor indicio, ha aumentado.

¿A qué puede atribuirse esta transformación en las condiciones climatológicas de Melilla? Las condiciones locales no han variado, y respecto a las generales, es tan corto el espacio de tiempo transcurrido, que no debe tener influencia alguna local, Y sin embargo, la observación es exacta; en nuestra ciudad se nota mucho más que antes el frío. ¿Es el hombre el que ha variado, aumentando su sensiblidad a los agentes físicos? La contestación quizás requeriría compliacados estudios.

Coincide esta observación de aspecto local con las revelaciones que la expasión por el territorio nos ha hecho. Los escasos conocimientos que se tenían sobre el país, habían hecho creer que los fenómenos meteorológicos propios de los paises fríos eran desconocidos en esta parte del Norte de Marruecos.

Sería creencia errónea, pero muy extendida. Marruecos pasaba por ser un país cálido, en donde la nive, el granizo y otros meteoros, no se registraban más que en elevadas alturas del Atlas. Y sin embargo, ahora se ha visto que rato es el año que no nieva en la vertiente mediterránea, y que el frío en el campo en las horas en que está oculto el local, es impropio del grado de latitud en que estamos situados.

El concepto que en el orden climatológico se tenía respecto a Marruecos, ha resultado, pues, tan erróneo, como el que existía, sobre todas las demás cosas de este ingrato país.

Quien acertó completamente fue el que dio este calificativo feliz a Marruecos:

“Es un país cálido, en que hace mucho frío”.

La huella de este ingeniero pervive a dia de hoy en Melilla a través de sus proyectos y de sus publicaciones. La ciudad mantiene vivo también su recuerdo al haber dado su nombre a una calle del barrio de las Palmeras.

 

[Bibliografía: Francisco Carcaño.La Hija de Marte. Consejería de Cultura.1997.

Antonio Bravo Nieto. La ciudad de Melilla y sus autores.Consejería de Cultura.1997