Madrid, Zacconi y la revelación de un actor distinto (1901-1902)
En octubre de 1901 el actor se incorpora al elenco del teatro de la Comedia de Madrid e interpreta a Félix en la comedia de Jacinto Benavente
(1866-1954) Lo cursi. Lo hizo junto a profesionales tan relevantes como la malagueña Rosario Pino (1870-1933), Concha Catalá, Mercedes Sanpedro,
Javier Mendiguchía, José Rubio (1857-1929), Pedro Sepúlveda y sobre todo Francisco Morano (1876-1933), que hará las veces de director tras la marcha de García Ortega. Y es en este debut, el día de la inauguración de la temporada, cuando Tallaví recoge sus primeros comentarios en la prensa, aunque condescendientes, ya que dan fe de la natural tensión del debutante.
En noviembre, y en el mismo teatro en el que trabaja, se producirá un acontecimiento artístico crucial para la vida de Tallaví: la presencia de Ermete Zacconi (1857-1948), uno de los artistas teatrales más modernos de la Europa de principios de siglo.
El cómico de Reggio Emilia representa, entre otros títulos, I spectri (Los espectros) de Henrik Ibsen, La morte civile de Paolo Giacometti (1816-882) y Otelo de William Shakespeare. Tanto la manera de hacer de Zacconi —representante para muchos de un naturalismo más estilizado: el verismo— como el repertorio que presenta en Madrid y Barcelona, serán de vital importancia en el desarrollo artístico de jóvenes actores como Morano o Tallaví, que para la crítica y el público serán deudores del cómico italiano durante la totalidad de sus respectivas carreras.
En los comienzos del año 1902 se estrena en la Comedia el título que va a distinguir definitivamente a Tallaví como un actor importante y singular: Las vírgenes locas (Les Demi-vierges) de Eugene Marcel Prévost (1862-1941), en cuyo segundo acto logra destacar de una manera rotunda.
Desde ese momento pasa de ser prácticamente desconocido en la capital a ser un actor alabado y observado. Juan Pérez Zúñiga (1860-1838) le dedica una crónica en la que el escritor y humorista madrileño afirma:
La noche del estreno le censuraban algunos porque en la lucha brutalmente apasionada que tiene con la Pino, las frases que pronuncia llegan
con poca claridad a los oídos de los espectadores. Y así era en efecto; pero a mí aquella falta me hizo bonísima impresión, porque el público, solo con ver los ademanes del actor, adivinó en el personaje frases archieróticas perfectamente adecuadas a la situación, que acaso le hubieran escandalizado si el autor las hubiera escrito» (Pérez Zúñiga, 1902, pág 18).
La colisión entre los volúmenes habituales que utilizan los actores españoles para trabajar y la búsqueda de la verosimilitud que el actor propone —ya contaminado por ideas que vienen desde Europa y del reciente trabajo de Zacconi— han conseguido un efecto importante en la recepción de su interpretación.
Aunque en los siguientes títulos que representan, como Amor de Amar
de Benavente en el mes de febrero, ya se aprecia una búsqueda de naturalidad
por parte de todo el elenco, Tallaví no llega a destacar especialmente hasta que acaba la temporada.
Dos temporadas en el teatro de la Comedia (1902-1904)
Tras la correspondiente gira el actor permanece contratado en el teatro
de la Comedia durante las dos siguientes temporadas. En la primera continúa a la sombra de Morano para títulos importantes como Don Gil de las Calzas Verdes, refundida por Tomás Luceño (1844-1933), que se estrena el 4 de octubre de 1902 y donde interpreta a Don Juan. Pero será en su intervención en La dicha ajena de Serafín Álvarez Quintero (1871-1938) y su hermano Joaquín (1873-1944), a principios de noviembre, cuando vuelva a distinguirse como un actor especial.
Expresiones de los críticos como «un prodigio de verdad» o «dio un paso de gigante en su carrera» van a modelar su fama y a generar una expectativa que vuelve a confirmarse en el drama psicológico de Benavente Alma triunfante, que se estrena en los primeros días de diciembre y donde interpreta a un sacerdote: el padre Víctor, papel que se califica como «creación» muy notable. Pero no todo son parabienes en esta búsqueda de la naturalidad, ya que se recrimina a varios de los actores que participan —Morano, Vallés, Gozálvez y el propio Tallaví— un exceso de sordina en favor de lo dramático; de nuevo el intento por ser naturales implicaba menor volumen de lo habitual en la proyección de las voces.
Comenzado 1903 se suceden una serie de obras en los meses siguientes sin mucha repercusión para el actor, aunque durante la temporada se ha consolidado como un elemento importante para la compañía de Tirso
Escudero, que se prepara una gira por América. Entretanto Zacconi entra en la Comedia para dar una serie de representaciones con nuevo repertorio que afianza su influencia entre los actores madrileños.
La excursión —así se decía entonces— por Argentina y Uruguay la relata con cierto detalle Pepe Rubio en sus memorias. Al parecer todo el elenco, que no tenía mucho ánimo para la aventura, cedió ante Tirso Escudero con la excepción de Morano, al que sustituye García Ortega para realizar el contrato previsto. El 20 de mayo comenzaron el viaje y regresaron el 9 de octubre, vía Lisboa, para dirigirse a Madrid de inmediato (Rubio, 1927, págs. 137-151).
Al regresar de la gira la compañía ha sufrido algunas bajas, como el propio Rubio, pero Rosario Pino sigue siendo la primera actriz indiscutible.
Y parece que el actor cómico Balaguer será el nuevo director del elenco, lo cual no es muy buena señal para Tallaví.
Tras el éxito obtenido con Don Gil la temporada anterior eligen debutar el 17 de octubre de 1903 con otro clásico: La discreta enamorada, de Lope de Vega, refundida, de nuevo, por Luceño. Pero ya no cuentan con algunos de los
intérpretes más acostumbrados al verso clásico en el elenco y aparecen críticas desfavorables como la de Francisco Fernández Villegas Zeda (1856-1916), que incide en la ausencia de la «manera de declamar propia de nuestro teatro clásico» (Zeda, 1903, pág. 2).
Es, en definitiva, otro contexto, y produce una temporada desigual para el teatro y poco favorable para Tallaví, que se encuentra destinado a papeles de poca importancia. Y aunque para el beneficio de Rosario Pino representan la adaptación que Benito Pérez Galdós (1843-1920) realiza de su novela Realidad, él sigue relegado a un lucido segundo plano.
El actor celebra su beneficio en marzo con La dicha ajena de los hermanos Álvarez Quintero, y termina así una temporada desafortunada que le
obliga tomar decisiones sobre su futuro.
Solo le queda cumplir con la gira para abandonar la compañía de Tirso Escudero. Es evidente que la concepción del teatro que propone Tallaví desde su trabajo como actor no encaja en el estilo que se impone en la Comedia, y tampoco se contempla en el teatro promoción artística de ningún tipo, ya que tras la salida García Ortega se ha contratado a Enrique Borrás (1863-1957) para liderar el elenco, lo que supone, de nuevo, quedar relegado a papeles de escaso lucimiento. No hay más que una salida para convertirse en primer actor y llevar a escena el teatro que desea: poner en marcha un proyecto—como ha hecho Morano poco antes— con el que intentará manejar los hilos de su destino como actor.
La compañía Sala-Tallaví (1904-1906)
En julio de 1904 desvela su nueva aventura junto a Julia Sala, una primera actriz de prestigio con la que coincidió en sus comienzos, y crea la compañía Sala-Tallaví.
Se une así a la larga lista de primeros actores que se lanzan a probar fortuna con un proyecto propio, asunto muy mal visto por la crítica de aquellos años que suspira por un elenco importante en la capital lleno de figuras reconocidas.
El anuncio incluye una ambiciosa lista del repertorio que pretende abordar, que además de los títulos que le han dado prestigio ofrece novedades de autores nacionales como Benavente, los Hermanos Álvarez Quintero, Joaquín Dicenta (1862-1917), Manuel Linares Rivas (1866-1938), Alfonso Danvila (1879-1945), Rusiñol, Pompeyo Crehuet (1881-1941) e internacionales como Gerart Hauptmann (1862-1946), Lavedant, Maurice Maeterlinck (1862-1949), Ibsen, Prévost, Émile Zola (1840-1902) o Victorien Sardou (1831-1908). Aunque no llega a representar todo lo que pretende, la lista es una declaración de intenciones que surte su efecto tras el anuncio y genera una gran expectativa.
En cuanto a los intérpretes que componen su elenco encontramos actrices como Josefina Roca —la más conocida junto a Julia Sala—, o María
Comendador, actriz proveniente de la compañía de la Carmen Cobeña
(1869-1963).
El debut de la nueva compañía tuvo lugar el 15 de septiembre en el teatro Jovellanos de Gijón, donde añadió un curioso título a su repertorio: Zola o el poder del genio de José Folá Igurbide (18?-1918) el jueves 29 de septiembre de 1904.
Después viajan todo el año por ciudades como Oviedo, Alicante, Málaga y Puerto de Santa María donde presentan Magda (Heimat) de Hermann Sudermann (1857-1928), ya en el mes de julio de 1905.
En la nueva temporada 1905-1906, el actor refuerza la lista del repertorio
que ofrece. Ha añadido títulos diversos de autores patrios y un par de obras curiosas: Tras el placer de Enrico Annibale Butti (1868-1912) y Otelo de William Shakespeare, que representa en la gira probando su eficacia.
Tras esta experiencia Tallaví ya cuenta con suficiente repertorio y se siente preparado para entrar de nuevo en Madrid; esta vez con su propia compañía….
Dos giras por América (1908-1912)
Llega a Buenos Aires en julio de 1907 y debuta en el Teatro Argentino,
aunque se traslada pronto a un teatro más adecuado: el San Martín. Su presentación de Los espectros logra la admiración de la crítica y pronto comienza a ganarse un público.
Viaja a Montevideo para trabajar unas semanas y regresa a la capital argentina en diciembre a otro escenario, el del teatro Nacional donde representa también obras autóctonas como el drama de Florencio Sánchez (1875-1910) Los derechos de la salud.
Al poco salen de gira por el país y recorren las principales poblaciones. En Rosario, en 1908, contrata a una joven llamada Alfonsina Storni (1892-1938) —la futura poetisa modernista argentina— que realiza durante los cinco meses restantes parte de la gira prevista por el país. Pero debido a su incapacidad para soportar la continua trashumancia de los cómicos y la vida a la que estaban expuestas las actrices más jóvenes —parece que sufrió un episodio de acoso que tuvo que impedir el propio Tallaví— Alfonsina abandona el elenco para volver a casa de su madre, aunque la experiencia le servirá en un futuro para conseguir una cátedra en el Teatro Infantil Labardén en Buenos Aires.
Por estas fechas Tallaví contrata a una joven Camila Quiroga (1891-1948) —una de las actrices argentinas más importantes de la primera mitad del siglo XX— que debuta en escena con el personaje de la Colombina de Los intereses creados de Benavente y permanecerá cuatro años en el elenco.
Prueban fortuna después en países como Perú o Chile, donde causa una profunda impresión a críticos como la escritora Inés Echeverría (Iris), admiradora del teatro de Maeterlinck, tras ver La intrusa: El señor Tallaví se había encargado de probarme que las palabras tienen «color» y me lo probó y me convenció de tal manera, que a las suyas les regalo par dessus le marche, peso, forma y volumen.
Sus palabras son redondas, son puntiagudas, describen círculos, y caen muy pesadas en el alma. (Iris, 1910, pág. 64).
En Montevideo, en julio de 1910 será recibido con el mismo entusiasmo
y publica un prolijo programa de mano que incluye las críticas bonaerenses junto a los mencionados certificados médicos.
Regresa a España para comenzar, a principios del otoño de 1910 una
gira por el sur acompañado de Felipe Sassone (1884-1959) con una compañía
renovada en la que destacan las actrices Matilde Asquerino, Julia Delgado Caro y Alejandrina Caro, madre de Julia.
El público de Sevilla y Huelva son los testigos de su nuevo repertorio y de algunos estrenos que ha planeado durante su estancia en América.
Añade también un título de compromiso como Melusina del político Manuel de Burgos y Mazo (1862-1946) que firma con el seudónimo Julio Monteschi. La obra arrastró una historia sobre su estreno y su, al parecer, única representación en Huelva que se saldó con una rebelión de los espectadores contra el político y autor
Pero la gran apuesta de esta temporada es Hamlet, de William Shakespeare. La presenta en Cádiz —donde parece que escaseó el público en
los 6 días que trabajó— y Málaga, donde hace una temporada algo más prolongada en el Cervantes y estrena otro título Zacconiano: La muerte civil (La morte civile) de Paolo Giacometti (1816-1982).
Terminadas las funciones de Málaga van a trabajar a Almería en enero de 1911, y después a Valencia.
Por aquellas fechas debió ocurrir un célebre episodio del actor que años más tarde se desvirtuó en algunos libros de anécdotas teatrales.
Según el propio Tallaví iban a representar «aquella noche La intrusa… El teatro estaba completamente lleno. Y en esta obra se levanta el telón y está la escena sola durante un espacio de tiempo que nunca es menos de medio minuto. Bueno, pues ¡claro!… Y así se hizo en aquella capital de provincia. Y el público, al ver que se levantaba el telón y que nadie salía ni le decía nada, ¿qué creyó? Que no estábamos vestidos… Y rompieron en una silva enorme… Entonces yo llamé a toda la compañía y les contestamos con una pita horrorosa… Callaron ellos y continuamos nosotros media hora más. ¡Figúrese usted!» (El caballero audaz, 1915, pág. 29).
Vuelve a Buenos Aires, con Sassone como conferenciante y traductor,
y trabaja en el teatro Avenida —anuncia una temporada de 8 meses, algo excepcional en la capital— con Antonia Plana como primera actriz, Matilde Asquerino como dama joven y Luis Llanos como primer galán.
Renueva su oferta con obras de Gabriele D’annunzio (1863-1938) o Gregorio Martínez Sierra (1881-1947) y estrena un Ricardo III de Shakespeare
que nunca trae a España.
Al finalizar, trabaja en Chile, vuelve a Buenos Aires en el mes de mayo al teatro Avenida, aunque después se traslada al Victoria, donde permanecerá hasta el final del año 1912.
Entre las obras autóctonas que representa están: El germen noble de Justo López de Gomara (1859-1923), director del Diario Español y de origen español, aunque afincado en Buenos Aires; la comedia costumbrista Como la hiedra del doctor Camilo Muniagurria (1876-1937), escritor argentino nacido en la localidad de Goya, en Corrientes; o Carlota Corday del tucumano Rafael Padilla (1887-1944). La compañía se mueve, antes de regresar a España, por diversas ciudades argentinas antes de volver al teatro Solís de Montevideo y pasar después por Perú.
En este periodo de viajes por América, el teatro español echa de menos a este actor que parecía que iba a renovar con sus maneras el arte dramático patrio y que como tantos otros ha optado por trabajar lejos.